La influencer cubana Daniela Reyes, una de las caras más conocidas del entretenimiento digital en la isla, decidió hablar sin rodeos sobre un tema que sigue siendo tabú para muchos: el bótox preventivo. A sus 27 años, la joven se aplicó su primer retoquito estético y, como era de esperarse, las redes estallaron como un chicharrón en sartén caliente.
Fue ella misma quien soltó la bomba, sin tapujos ni dramatismo, mostrando el proceso completo en un video que publicó en sus redes sociales. “Me puse bótox”, soltó con una sonrisa serena, como quien cuenta que se hizo las uñas. El gesto no fue improvisado: días antes ya había dado pistas de sus intenciones.
Según explicó, su decisión vino más por salud visual que por vanidad: “No veo bien y tiendo a fruncir el ceño… y cuando grabo noto que se me arruga la frente”, confesó mientras charlaba con la especialista que la atendió. Nada de locuras ni transformaciones extremas, simplemente una manera de anticiparse a las marcas del tiempo.
Pero claro, esto es Cuba, y aquí opinar es deporte nacional. Las críticas no se hicieron esperar. Algunos seguidores la apoyaron, pero muchos otros le cayeron encima como si se hubiera operado la cara entera. Comentarios como “No lo necesitabas”, “Con ese rostro no hacía falta nada” o el clásico “Con 25 ya estás inventando” se multiplicaron como pan con croquetas en almuerzo de escuela.
No faltó quien encendiera la alarma por la edad, como si aplicarse bótox a los 27 fuera señal de una tragedia generacional. Pero otros salieron en defensa de la influencer, aclarando que el bótox no siempre es por estética, sino por prevención. “Es mejor hacerlo antes que cuando ya tienes la cara llena de surcos”, escribió una usuaria con experiencia en el tema.
Daniela, como de costumbre, no perdió la compostura ni se metió en dimes y diretes. No respondió a las críticas, pero su lenguaje corporal y la forma en que lo comunicó dijeron mucho: ella está segura de sí misma y no anda buscando aprobación de nadie.
Y eso es lo que muchos seguidores agradecieron: su honestidad sin pose ni circo. En tiempos donde lo falso abunda más que el arroz en los mercados cubanos, se agradece que una figura pública hable claro, sobre todo cuando se trata de temas que aún cargan estigmas.
En resumen, Daniela no se “arregló” nada. Solo se hizo un cariñito preventivo, y lo contó como quien comparte una receta de cocina. No buscó likes ni pena ajena. Solo se cuidó, y de paso, abrió un debate que muchos prefieren evitar.