A pesar del creciente escepticismo y la falta de transparencia que ha rodeado desde el inicio la gestión de la pandemia en Cuba, las autoridades sanitarias del régimen han vuelto a la carga con una nueva campaña de vacunación contra la COVID-19, esta vez enfocada en grupos vulnerables. El punto de partida fue la Isla de la Juventud, donde, según medios oficialistas, ya comenzaron a aplicar una nueva dosis de refuerzo.
Esta fase arrancó el 24 de julio y se realiza en los consultorios del médico y la enfermera de la familia. Al frente de la movida está la funcionaria Olvia Oliva Ojeda, quien detalló que el nuevo pinchazo está dirigido a ancianos, trabajadores del sector salud, personas con enfermedades crónicas y niños que cumplan dos años.
La vacuna usada sigue siendo la cuestionada Abdala, un producto desarrollado en Cuba y aprobado para “uso de emergencia” desde 2021. Aunque las autoridades insisten en que la fórmula sigue siendo segura y efectiva, lo cierto es que no cuenta con aval internacional reconocido y muchos cubanos aún la ven con desconfianza.
Un refuerzo que llega tarde y sin certezas
Según la versión oficial, pueden recibir la dosis aquellos que lleven más de 12 meses desde la última vacuna, sin importar cuántos refuerzos hayan recibido antes. Es decir, algunos cubanos van ya por la quinta dosis de un producto sin certificación de la OMS, todo bajo el argumento de que han surgido nuevas subvariantes del virus, especialmente la llamada XFG o Stratus, un linaje descendiente de Ómicron.
El asunto no solo se está moviendo en la Isla de la Juventud. En provincias como Santiago de Cuba y Mayabeque, también se han activado las campañas. La cuenta oficialista Prosalud Guamá anunció vía Facebook que se estaría aplicando la dosis extra a personas en riesgo. Y en Jaruco, según informó la emisora Radio Jaruco, el Policlínico Noelio Capote organizará una jornada de vacunación masiva el 1 de agosto, en la localidad de Bainoa, dirigida a mayores de 19 años.
Durán vuelve a sonar las alarmas, pero luego las baja
Como de costumbre, el doctor Francisco Durán García, portavoz habitual del Ministerio de Salud Pública, apareció en la televisión nacional para advertir que “es muy probable” que la subvariante Stratus ya esté circulando en el país, aunque hasta ahora no se ha detectado oficialmente.
Durán —con su estilo típico de ir y venir— advirtió primero sobre la peligrosidad de esta nueva variante, señalando que puede transmitirse incluso cuando no hay síntomas. Pero días después, minimizó la amenaza y se limitó a recomendar lo mismo de siempre: nasobuco, distancia social y vigilancia epidemiológica.
La realidad en la calle es otra
Aunque los medios del régimen insisten en que la situación está “bajo control”, lo cierto es que la desinformación y el hartazgo se sienten en la población. Después de tantas dosis de Abdala, promesas rotas y estadísticas poco creíbles, muchos cubanos ya no saben si están más expuestos al virus o a los experimentos del Estado.
Y mientras el gobierno pone todo su empeño en promocionar su “exitosa” campaña con una vacuna sin respaldo internacional, el cubano de a pie sigue enfrentando hospitales sin insumos, colas eternas y una salud pública en ruinas.
Otro pinchazo más, otra campaña mediática, y el mismo discurso reciclado. En el fondo, la única constante es la desconfianza, esa que ni Abdala ni Durán han logrado disipar en una Cuba cada vez más golpeada.
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