Después de más de cuatro meses de angustia, la televisión estatal cubana ha hecho su primera —y tímida— mención sobre la desaparición de Doraiky Águila Vázquez, una habanera de 48 años que desapareció el pasado 15 de marzo sin dejar rastro. El Canal Educativo, más conocido por sus documentales aburridos y clases pregrabadas, publicó en su página de Facebook un aviso solicitado por la madre de Doraiky.
En el mensaje, se informa que la mujer salió de su casa en la calle Pocito #939, en el reparto Lawton del municipio 10 de Octubre, y no ha vuelto desde entonces. Mide 1.68 metros, pesa alrededor de 65 kilos y, desde aquella mañana de marzo, su familia vive en un limbo insoportable, sin una pista, sin una respuesta, sin una señal de vida o muerte.
Más de 130 días han pasado, y la única reacción oficial ha sido una publicación de Facebook, como si eso bastara para cubrir la vergonzosa inacción de las autoridades. Mientras tanto, su madre —desesperada— ha hecho de todo: ha llorado ante las cámaras de medios independientes, ha suplicado de rodillas y ha exigido respuestas que nunca llegan. Su lucha incansable ha conmovido a miles en redes sociales, convirtiendo el caso en símbolo del abandono institucional que pesa sobre tantas familias cubanas.
La llamada “investigación” parece no avanzar ni un milímetro. Doraiky fue vista por última vez saliendo de su casa, y desde entonces, lo único que ha hecho la familia es asumir el trabajo que debería hacer la policía: preguntar, indagar, compartir fotos, tocar puertas, rogar por ayuda.
Y ahora, como si la vergüenza les quemara los dedos, el régimen lanza este mensaje por redes sociales para lavarse un poco la cara. Pero ni siquiera fue un informe en televisión nacional. No, solo una publicación suelta en la página de Facebook del Canal Educativo. ¿Eso es todo lo que vale una vida en Cuba?
La periodista Marta María Ramírez lo dijo sin rodeos: los medios oficiales deberían asumir su responsabilidad en casos como este y emitir alertas tempranas desde el primer momento. Porque ya no se trata solo de Doraiky. En Cuba aún se desconoce el paradero de al menos dos niñas desaparecidas, una desde hace tres años, cuando tenía 16, y otra de apenas tres añitos.
“El Estado tiene el deber de actuar. Y de responder”, reclamó Ramírez en los comentarios de la publicación. También cuestionó si esta nota forma parte de la programación televisiva o si fue otra de esas estrategias cobardes de “publicamos en redes y con eso basta”.
Pero no, no basta. No mientras madres lloran sin saber dónde están sus hijas. No mientras la policía sigue sin dar señales. Y no mientras el régimen continúa demostrando que la vida del cubano común no vale nada si no lleva un apellido de poder.
Este caso es un reflejo doloroso del abandono institucional que reina en la isla, donde las familias tienen que rogar por justicia mientras el gobierno sigue más preocupado por maquillar la miseria que por proteger a su gente. ¿Cuántas Doraiky más hacen falta para que despierten? ¿O es que el silencio ya forma parte del sistema?