Un cubano fue pescado con las manos en la masa el pasado lunes 28 de julio en el aeropuerto internacional Mariscal Sucre, en Quito, cuando intentaba montarse en un vuelo de regreso a Cuba cargando más de un kilo de cocaína escondida entre latas de sardinas y otros artículos de su maleta.
Todo se vino abajo cuando Chispa, un perro antidrogas con olfato de sabueso de película, marcó la maleta del sospechoso justo antes de las 9 de la mañana, según reportó el medio ecuatoriano Extra. A partir de ahí, no hubo escapatoria.
Los agentes, al revisar el equipaje, se toparon con envoltorios de látex rellenos de una sustancia blanca cuidadosamente metidos dentro de latas metálicas etiquetadas como si fueran comida enlatada. Bastó con una prueba rápida para confirmar lo que ya todos se sospechaban: era clorhidrato de cocaína.
En total, la carga ilegal sumó 1.26 kilogramos, lo que se traduce en unas 12,600 dosis personales. Y el destino final de esa mercancía era, nada más y nada menos, que la Cuba de los apagones, la miseria y la doble moral del régimen.
Porque aunque el Gobierno cubano se la pase repitiendo que la juventud debe ser “revolucionaria y sana”, ellos mismos han reconocido el aumento del consumo de drogas entre los jóvenes en la isla, fenómeno que crece como la espuma en un país donde todo escasea… menos el desespero.
El detenido, cuyo nombre no fue revelado, fue entregado a la justicia ecuatoriana. Allá no andan con paños tibios: el artículo 220 del Código Penal ecuatoriano permite condenas de hasta 13 años de cárcel por delitos de narcotráfico, dependiendo del tipo y la cantidad de droga.
Pero esto no es un caso aislado. En diciembre de 2024, las autoridades de Ecuador también confiscaron casi un kilo de cocaína camuflado como si fueran cápsulas de suplementos naturales en el aeropuerto de Guayaquil. Iban directico a La Habana y, según cálculos, valían más de 19 mil dólares en el mercado negro cubano. Otra vez, un perro entrenado salvó el día, detectando lo que los controles iniciales dejaron pasar.
Y para rematar, en febrero pasado, un cubano identificado como Miguel O. fue arrestado junto a un ecuatoriano y un venezolano, señalados como parte de una red que movía nada menos que 74 kilos de pasta base de cocaína. Los tres enfrentan cargos pesados por tráfico internacional de drogas.
Todo esto deja en evidencia un hecho que el régimen prefiere barrer bajo la alfombra: la creciente conexión entre el narcotráfico y la desesperación que reina en Cuba. Cuando en un país la gente se ve forzada a arriesgarlo todo por sacar una tajada del negocio de la droga, es porque algo anda muy, pero muy mal.
Mientras los jerarcas del poder siguen hablando de “dignidad” y “resistencia”, en los aeropuertos del continente caen cubanos con droga oculta entre sardinas y vitaminas. Una metáfora perfecta del caos que se vive en una isla donde hasta el crimen ha aprendido a disfrazarse para sobrevivir.