Otra vez más, la termoeléctrica Antonio Guiteras, en Matanzas, intentó ponerse en marcha este viernes por la tarde, según voceros del oficialismo. La promesa: conectarse al Sistema Eléctrico Nacional alrededor de la medianoche. Pero ya sabemos cómo termina esa novela.
El periodista estatal José Miguel Solís fue quien soltó la noticia en Facebook, como si anunciar el arranque de una caldera a medio morir fuera algo que celebrar en pleno siglo XXI.
Y es que la Guiteras no arranca, patalea. Hace solo unos días volvió a salirse del sistema, esta vez por un nuevo salidero en la caldera. ¿Y la respuesta del Gobierno? La de siempre: una reparación de emergencia, rápida, improvisada, y con la advertencia de que “no va a quedar perfecta”.
Eso lo admitió, sin mucha pena, Lázaro Guerra Hernández, director de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas. En sus propias palabras, “el bloque va a estar funcionando, pero no en perfectas condiciones”. Dicho en cubano: eso va a durar lo que un merengue en la puerta de un colegio.
La Guiteras arrastra una deuda de mantenimiento tan grande como el propio desastre energético de Cuba. Lleva desde 1989 funcionando sin que nadie le meta mano en serio, más allá de remiendos y parches con alambre. Por eso, cada vez que la prenden, es una ruleta rusa. Y los cubanos, claro, son los que pagan el precio con apagones eternos y calor sin escape.
Esta vez el problema está en el recalentador, una pieza vital de la caldera. Según Guerra, los tubos están deteriorados y se están reparando «a contrarreloj», aunque el mismo funcionario reconoce que cualquier movimiento brusco puede reventar otro punto. Es decir, lo arreglas por un lado y se rompe por el otro. Un círculo vicioso con olor a humo y a fracaso.
Aunque el Minem dice que tiene “todos los recursos materiales y humanos” para reparar en 96 horas, también avisan que el recalentador de aire “no está en buen estado”. Otra forma elegante de decir que esto puede fallar de nuevo en cualquier momento.
Los pasos técnicos suenan bien en los papeles: enfriar la máquina, hacer pruebas de presión, revisar fugas, y arrancar suavecito. Pero en la Cuba real, eso se traduce en horas de apagón, comida echada a perder y gente sin dormir por el calor infernal. Cada corte de luz es una cadena de problemas para un pueblo ya harto de vivir al límite.
El director insiste en que la Guiteras “ha entregado mucha corriente este año”, como si eso fuera consuelo para quienes pasan noches enteras sin electricidad. Lo que la gente ve —y sufre— es otra cosa: un sistema eléctrico en ruinas, mantenido a duras penas, mientras el gobierno se esconde tras discursos técnicos y promesas recicladas.
