En pleno desastre nacional, donde la falta de alimentos, los apagones interminables y la desesperanza se han convertido en el pan nuestro de cada día, el régimen cubano vuelve a ponerse la careta del “pueblo feliz”. Esta vez le tocó a Bayamo, que entre el 7 y el 10 de agosto será escenario de las llamadas Fiestas Populares, un intento burdo de disfrazar el caos con música y tarimas, como si con eso se pudiera silenciar la rabia de un pueblo cansado de vivir en ruinas.
Mientras la gente se cae a pedazos, ellos montan fiestas
Según la subdirectora municipal de Cultura, Daylin Calderío Hechavarría, se están organizando áreas festivas por varios rincones de la ciudad: desde El Bosque hasta Zenea, pasando por Jabaquito, La 20 de Siboney, y La Comercio. Hasta un espacio infantil van a armar cerca del ferrocarril, donde los niños —muchos de ellos con hambre— podrán “disfrutar” de espectáculos escénicos en las tardes y música de órgano en la noche. Todo un teatro patético para maquillar la miseria.
Y como si no fuera suficiente el descaro, anuncian una gala inaugural para el jueves 7 a las 9:00 p.m. en Zenea y Figueredo. El sábado habrá pasacalles, comparsas, y bailables nocturnos, como si en Cuba no faltaran medicinas, electricidad, ni un plato decente en la mesa.
Puro circo, cero pan. Esa es la fórmula del régimen.
En vez de buscar soluciones reales para una población ahogada en penurias, el aparato estatal sigue apostando al entretenimiento hueco y a la propaganda de colores chillones. Montan fiestas para distraer, no para aliviar. Venden humo en tarima mientras los hospitales colapsan, los refrigeradores están vacíos y la represión no da tregua.
La rabia no se apaga con comparsas
La farsa se repite una y otra vez, pero el pueblo no olvida. En mayo, Bayamo fue epicentro de una protesta nocturna que encendió las alarmas del régimen. Vecinos del reparto Jabaquito bloquearon un puente, mientras en la “20 de Siboney” también se alzaron voces. Las calles de la ciudad retumbaron con gritos desesperados: “¡corriente!”, “¡comida!”, el grito crudo de un pueblo acorralado.
Las imágenes que circularon por redes sociales mostraron a los ciudadanos exigiendo en la oscuridad lo que les han negado con descaro. Pero en vez de escuchar, las autoridades hicieron lo de siempre: mandar patrullas, cortar el internet y callar a los que protestan.
Cubalex denunció detenciones arbitrarias, entre ellas la del joven Alejandro Salazar Blanco, de apenas 21 años. Le soltaron la amenaza de una condena de hasta diez años de cárcel, solo por alzar la voz. Como parte de su show represivo, liberaron a los detenidos después de hacerlos firmar actas de advertencia, como si con un papel se pudiera borrar el dolor de un país en ruinas.
Ferias de comida para calmar la olla y tapar el fuego
Tras la protesta, el gobierno hizo su jugada de siempre: tirar un par de ferias de alimentos en municipios cercanos para aparentar que “algo se está haciendo”. Pero el truco ya no engaña a nadie. Es pan para hoy, hambre para mañana, y el pueblo lo sabe.
Lo más triste es que la fórmula se repite por todo el país. En Santiago de Cuba, con apagones y escasez a la orden del día, también se celebró el carnaval del 23 al 27 de julio. Eso sí, con toque de queda a las 10:00 p.m., para que no se les descontrole el circo. En Holguín, donde la gente apenas tiene qué comer, organizaron la “Fiesta Cristal”, con cerveza y conciertos que lo único que hicieron fue indignar aún más al pueblo.
¿Qué país del mundo monta fiestas mientras su gente se desmaya en las colas y los hospitales no tienen gasas? Solo uno: Cuba bajo dictadura.
Este no es un intento de levantar el ánimo, es una estrategia cínica para que el pueblo no mire el abismo de frente. Pero el olor a podrido no lo tapa una conga, ni la miseria se endulza con música de órgano. Cuba no necesita fiestas: necesita libertad, necesita comida, necesita luz… y necesita que los que la gobiernan, dejen de burlarse de su dolor.