Mientras en otras partes del mundo los jóvenes sueñan con carreras, futuro y estabilidad, en La Habana lo que hay es adrenalina a lo loco y un vacío total de autoridad. La más reciente “hazaña” viral lo demuestra: una pandilla de muchachos se colgó sin camisa de una grúa en movimiento, en plena calle mojada, como si fuera una competencia de quién se parte primero la cabeza.
El espectáculo ocurrió en la intersección de las avenidas 100 y 51, en el municipio Marianao, justo después de un aguacero. El pavimento estaba más resbaloso que jabón en baño público, pero eso no detuvo a este grupo de al menos 15 jóvenes, que decidieron engancharse a la parte trasera de una grúa que remolcaba un carro gris, sin importarles el tráfico ni el riesgo.
🎥 La escena quedó captada en video y subió como espuma en TikTok
Desde un edificio cercano alguien grabó la peligrosa escena, que ya ha provocado tremendo revuelo en redes sociales. No solo por la osadía de los jóvenes, sino por lo que revela: un estado total de abandono cívico y falta de control por parte de las autoridades.
Nadie intervino. Ningún patrullero apareció. Ni un pito, ni una multa, ni una advertencia. Nada. Como si eso fuera lo más normal del mundo en una capital que se cae a pedazos, tanto en lo material como en lo moral.
⚠️ ¿Diversión o reflejo de un país sin rumbo?
Más allá del peligro evidente —una caída, un atropello o una desgracia evitable—, lo que realmente preocupa es lo que hay detrás de esta “diversión” temeraria. Una juventud sin opciones, sin espacios de ocio, sin esperanza. Para muchos, colgarse de una grúa es más emocionante que sobrevivir otro día de apagón y arroz sin sal.
Y mientras tanto, el régimen sigue mudo. Ni una nota oficial, ni un llamado a la responsabilidad ciudadana. Parece que la seguridad vial, el civismo o la protección de los propios adolescentes no forman parte de las prioridades del Estado.
💬 Un país donde todo está permitido… menos soñar
Estas imágenes no solo muestran imprudencia. Son la prueba viva del colapso social de un sistema que ya no regula ni el tránsito, ni la educación cívica, ni la moral de sus propias calles.
¿Dónde están los responsables del orden público? ¿Dónde están los programas de prevención? ¿Dónde está el gobierno cuando los jóvenes se cuelgan, literalmente, de la desesperanza?