Si en Cuba hay algo que siempre escasea, además de comida, es el agua. Y si hay una ciudad donde el asunto ya llegó a niveles de locura, esa es Santiago de Cuba. La otrora “tierra caliente” hoy está más seca que un pescado salado, y no precisamente por el sol. La ciudad está viviendo una de las peores crisis hídricas en años, con embalses que apenas tienen un chorrito y un sistema de distribución que se cae a pedazos.
Para que te hagas una idea, las presas del municipio cabecera están al 17,8% de su capacidad. Y aunque el acumulado en los 16 embalses de la provincia da un 65%, el 89% de esa agua está en lugares bien lejos, como en Contramaestre y Mella. ¿Conclusión? Agua hay… pero no llega.
Los embalses que de verdad abastecen a la ciudad —como Gilbert, Charco Mono y Gota Blanca— están casi secos. Gota Blanca se agotó desde abril, y Gilbert está al borde. La única que medio aguanta es la presa Parada, y están bombeando desde Céspedes para evitar que la otra se muera también.
El gran cuello de botella es el sistema Quintero, del cual depende el 80% de Santiago, según admitió la propia directora de Aguas Santiago. Ese sistema está hecho un desastre: válvulas rotas, salideros por todas partes y más de 4.000 metrocontadores robados. ¿Así quién vive?
Intentan aliviar el desastre con pozos, una desalinizadora y una planta de rebombeo, pero eso es como curar una hemorragia con una curita. Para colmo, de 30 pipas solo funcionan 12, y eso si no se rompen también. El resto depende de favores, parches y milagros.
Y mientras tanto, hay barrios como Altamira, Versalles, Boniato o El Caney donde la gente lleva más de 60 días sin agua por tubería. Literalmente sobreviven con cisternas, cubos prestados y fe. En lugares como San Luis, conseguir agua es como cruzar el Niágara en bicicleta, y encima hay quien cobra ilegalmente por llenar un tanque.
Y Santiago no está sola en el desastre. En Sancti Spíritus, han salido gusarapos, lombrices y hasta pececitos por las tuberías. En Guantánamo, el principal embalse está seco. En La Habana, los apagones impiden que se bombee agua. En Matanzas, las bombas se rompen una detrás de otra. En Las Tunas y Holguín, la sequía aprieta tanto que hay lugares donde no cae una gota por días.
Ya son más de medio millón de cubanos sin acceso estable al agua, y el gobierno sigue repartiendo promesas vacías. Mientras tanto, la gente sobrevive con lo poco que tiene… y lo mucho que resiste.