Pedro Lorenzo Concepción no está comiendo. Lleva nueve días en huelga de hambre dentro del temido centro de detención migratoria de Alligator Alcatraz, en Florida. ¿La razón? Protesta por lo que considera una injusticia: su detención por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), que lo tiene tras las rejas desde el 8 de julio. La historia la dio a conocer el diario español El País, y desde entonces ha levantado polvo en redes y medios.
Pedro llegó a Estados Unidos en 2006 en balsa, como tantos otros cubanos buscando una vida mejor. En ese entonces fue acogido como refugiado, y durante un tiempo tuvo residencia permanente. Pero un problema legal lo mandó todo al piso. Tras varios delitos, entre ellos custodiar una casa de cultivo de marihuana, fraude con tarjetas y una condena de 52 meses por estafa, Pedro terminó perdiendo la green card.
Según el periodista Mario J. Pentón, que no se anduvo con rodeos, “en lugar de aprovechar la oportunidad, construyó un amplio historial delictivo”. Y aunque ICE ha intentado deportarlo dos veces, Cuba no lo acepta de regreso. ¿Resultado? Pedro vive en un limbo legal que no termina nunca.
Hoy, desde Alligator Alcatraz, el centro migratorio más temido de Florida, Pedro se planta en huelga de hambre y lanza una frase que retumba: “Ya yo no soy dueño de mi vida. ICE me recoge cuando quiere. No hago nada con salir y seguir con la incertidumbre. Están jugando con la vida de la gente.”
¿Víctima del sistema o prisionero de sus errores? Para Pentón, lo segundo. Él defiende que las duras políticas migratorias de la era Trump no deberían aplicarse a personas que sí han demostrado su valor, y no a quienes tienen prontuario.
Pero otras voces, como la de la periodista Carla Gloria Colomé Santiago, que publicó la historia en El País, defienden otro ángulo: Pedro ya cumplió su condena hace más de diez años. Y la pregunta es si merece seguir pagando eternamente por su pasado.
El caso ha abierto un nuevo debate sobre cómo funciona el sistema migratorio de EE.UU., qué significa la reinserción real, y hasta qué punto se criminaliza a los inmigrantes que ya pagaron por sus errores. Mientras tanto, Pedro está en huelga. ¿Por protesta? Sí. ¿Por desesperación? También.
Y en un sistema donde el castigo parece eterno, la línea entre justicia y venganza es cada vez más delgada.