La Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana, volvió a hacer sonar las alarmas este fin de semana tras descubrir dos intentos de introducir metanfetaminas en la isla. Pero más allá del “triunfo” que intentan vendernos los voceros del régimen, lo que salta a la vista es otra cosa: Cuba se ha convertido en terreno fértil para el narcotráfico, y el Estado, por mucho que vocifere, no puede con eso.
La metanfetamina viaja en velas y plastilina
Wiliam Pérez González, el vicejefe primero de la Aduana General de la República, fue quien soltó la noticia a través de su cuenta en X. Según dijo, la droga estaba escondida dentro de potes, y fue detectada gracias a la destreza del radiólogo. En las imágenes compartidas se aprecia claramente un paquete de metanfetamina junto a unos cubos de plastilina Play-Doh, como si el plan fuera burlar a los agentes con juguetes de niño.
Pero ahí no paró la cosa. El mismo funcionario detalló otro intento reciente, también en el aeropuerto habanero, donde los traficantes camuflaron metanfetaminas dentro de velas aromáticas, una técnica que calificó como “ingeniosa”. De nuevo, según el discurso oficial, la detección fue posible por la combinación entre rayos X y el olfato canino. O sea, puro “milagro tecnológico”, como le gusta decir a la prensa estatal.
La creatividad del delito no es casualidad
Que estén metiendo droga en velas y plastilina no es un dato para subrayar la eficiencia de la aduana, sino una señal clara de que el negocio del narcotráfico en Cuba está más vivo que nunca. Y no es que sea nuevo, pero sí está tomando fuerza, y eso tiene nombre y apellido: crisis total y desesperación colectiva. Mientras más se desmorona el país, más espacio gana el crimen organizado.
Santos que no bendicen: la coca en el altar
A finales de julio también trascendió el caso de un joven cubano detenido en el mismo aeropuerto tras intentar introducir más de un kilo de cocaína escondido dentro de una figura de Eleguá, uno de los orishas más venerados en la religión afrocubana. El intento de burlar a las autoridades usando un símbolo religioso no solo es macabro, también es revelador: el narco ya no respeta ni la fe con tal de hacer negocio.
En ese mismo período, la Aduana cubana ventiló otro hallazgo: droga oculta en duchas eléctricas y motores de agua, lo cual confirma que el ingenio del narcotráfico supera por mucho la capacidad del régimen para contenerlo.
Un Estado sin rumbo, un país vulnerable
La Habana puede seguir alardeando de sus “éxitos” aduanales, pero los hechos hablan más fuerte que sus notas oficiales. Cuba es hoy un país atrapado entre la miseria, el miedo y la falta de oportunidades, donde el tráfico de drogas va colándose por cada rendija que deja el colapso del sistema. No importa cuántos rayos X o perros entrenen: mientras el régimen siga enfocado en censurar ideas en vez de garantizar una vida digna, las drogas seguirán llegando… y quedándose.
Porque cuando un pueblo pierde la fe en el futuro, aparecen quienes venden salidas falsas en forma de pastillas, polvos o piedras. Y eso, por mucho que lo maquillen, es culpa directa de un gobierno que se niega a soltar el poder, pero ha soltado el país.
