En una madrugada oscura de esas que ya no sorprenden a nadie en Cuba, la violencia volvió a alzarse con la vida de otro cubano. Esta vez, la víctima fue el cantante Rey Manuel, de 41 años, quien fue asesinado de un disparo en plena Autopista Nacional, cerca del puente de Nazareno, en la provincia de Mayabeque.
Un crimen frío, directo, y sin señales de robo. Así lo pintan los rumores que no han tardado en circular por redes sociales, donde se asegura que el artista fue ejecutado de un balazo en la cabeza mientras se encontraba de rodillas. Un detalle tan macabro como revelador, que ha hecho pensar a muchos en un posible ajuste de cuentas.
Según las primeras versiones no oficiales, Rey Manuel viajaba rumbo a La Habana, supuestamente con dinero encima, relacionado con sus asuntos personales. Pero lo más inquietante es que, aunque iba acompañado y se desplazaba en el carro de un actor conocido, nadie ha revelado la identidad del acompañante ni ha ofrecido explicaciones claras. Todo muy turbio. Muy Cuba.
“El rey de las serenatas”, como lo llamaban quienes lo conocieron, dejó una huella enorme en quienes compartieron con él noches de música, alegría y humildad. En redes sociales, la noticia cayó como un balde de agua fría, especialmente entre artistas y amigos de la zona occidental del país.
Desde Melena del Sur, Armando Soler Valdés escribió un mensaje que resume el sentir de muchos: “Dejas un dolor profundo en todos los que te conocimos. Fuiste el rey de las serenatas, un alma alegre sin necesidad de un trago para hacer reír y poner salsa en cualquier rincón de Cuba.”
Por su parte, Kareldillo Durako, otro de sus colegas, confesó su conmoción: “Eras tremenda persona y muy luchador. EPD, descansa Rey Manuel. Estoy sin palabras.”
Aunque Rey Manuel no era una celebridad de televisión, gozaba de gran popularidad en fiestas, eventos privados y escenarios locales, sobre todo en el sur habanero y otras regiones del occidente cubano. Su estilo, su voz y su don de gente lo convirtieron en parte del alma musical de muchas comunidades.
Y mientras su gente lo llora y le rinde homenaje, el régimen guarda silencio. Hasta ahora, las autoridades no han soltado ni un mísero comunicado, ni una nota oficial que aclare el asesinato. Pero eso tampoco sorprende en un país donde la vida vale poco y la impunidad vale mucho.
Lo cierto es que el asesinato de Rey Manuel no es un caso aislado, sino un reflejo crudo del caos, la violencia y la desprotección que se respira en una isla que ha perdido no solo el rumbo, sino también la capacidad de cuidar a sus hijos.
En un país donde los músicos tienen que jugársela en la carretera para ganarse la vida, donde los crímenes no se investigan si el muerto no lleva uniforme, y donde la justicia parece reservada para los de arriba, la muerte de Rey Manuel se convierte en una más entre tantas tragedias sin resolver.
Pero para su gente, para los que bailaron con su voz y sintieron su alegría, Rey Manuel seguirá siendo eso: el rey de las serenatas. Aunque el régimen intente silenciar las balas, hay melodías que ni la muerte puede callar.