En la Cuba de hoy, donde los servicios públicos van a la deriva y la impunidad se sienta en la mesa del poder, una matancera lleva meses luchando sola contra el descaro de un sistema podrido hasta la médula. Se trata de María del Carmen Andreu Delgado, vecina de la llamada Atenas de Cuba, quien tras más de 40 años suscrita a la prensa oficial, ha tenido que asumir el rol de investigadora, fiscal y denunciante, ante una estructura postal que simplemente decidió dejarla a la deriva.
Desde noviembre de 2024, la cosa se fue por el barranco. Aquel cartero que hacía bien su trabajo —con su libretica bien organizada y todo en orden— fue sustituido por otro que, según cuenta Carmen, lo único que ha hecho es violar el servicio postal y llenarse los bolsillos a costa del pueblo.
La trampa salió a la luz cuando Carmen, cansada de reclamar sin que nadie le hiciera caso, descubrió al nuevo cartero vendiendo periódicos Girón en plena calle, como si fueran aguacates en un punto. Veinte ejemplares, a cinco pesos cada uno, bien dobladitos en su mochila. ¿Y suscriptores como ella? A esperar sentados.
La vecina fue directamente a la Dirección Provincial de Correos a cantar las cuarenta. Y aunque el escándalo generó “cambiecitos”, como que le cobraran el mes de marzo o le entregaran alguna que otra edición suelta, el Juventud Rebelde de los domingos sigue sin aparecer. Como por arte de magia negra. ¿Quién se lo estará leyendo? ¿A quién va a parar lo que ella paga cada mes?
La respuesta oficial brilla por su ausencia. Ni una disculpa. Ni una solución. Nada. El silencio cómplice de un sistema que prefiere cubrirse entre sí antes que enfrentar sus fallos. Por eso, Carmen ha exigido que le permitan recoger sus periódicos directamente en la oficina del Hospital Pediátrico, como hacen otros más avispados. Porque ya está harta de esperar lo que nunca llega.
Un desastre postal nacional
Lo de Carmen no es un caso aislado, sino un reflejo de la podredumbre institucional que rige en Correos de Cuba. Aunque la prensa del régimen trate de pintar un panorama de avances y mejoras, la realidad se impone: más de 4,000 paquetes varados, robos descarados, pérdidas misteriosas y justificaciones que nadie se cree.
La estatal Empresa de Correos se escuda tras excusas baratas: que si hay muchos paquetes, que si no hay recursos, que si la aduana demora, que si la tormenta, el bloqueo, la marea. En mayo, reconocieron —con la cara muy dura— que solo el 0.02 % de los 745,000 envíos del año se habían perdido o alterado. Pero, eso sí, la culpa fue de otros: de los operadores extranjeros, de la aduana, del viento, del polvo, del sol y de la sal.
Mientras tanto, los cubanos siguen recibiendo cajas abiertas, productos cambiados y, en algunos casos, basura en lugar de electrodomésticos. Como ocurrió recientemente en Santa Marta, donde una mujer esperó dos televisores Philips desde Panamá y le llegaron perfiles de aluminio. Un cambiazo digno de Ripley.
Por si fuera poco, en Viñales, la oficina de Correos fue convertida en una tienda clandestina, un “correocuevita” donde se venden productos básicos para tapar el hueco de ingresos que la empresa no logra cubrir. Todo esto mientras se pregona desde arriba que la Revolución no deja a nadie desamparado.
Un país donde ni el correo funciona, ya no puede hablar de dignidad. La corrupción, la ineficiencia y el desinterés oficial han dejado al pueblo cubano sin garantías, sin respeto, y hasta sin el derecho a recibir un simple periódico.