En un operativo más de esos que el régimen adora publicitar, la policía en Baracoa, Guantánamo, allanó tres viviendas y decomisó 71 bolsas de hachís, junto a una buena cantidad de dinero en efectivo, celulares y otros cacharros que usaban para mover la mercancía.
Cinco personas fueron arrestadas y, según el perfil oficialista Guantánamo y su Verdad, serán procesadas por tráfico de drogas. Hasta ahí, la película parece tener final feliz. Pero basta rascar un poquito la pintura para que salte la realidad: el narcotráfico en Cuba no solo existe, sino que está creciendo y el régimen no sabe cómo frenarlo.
La verdad que el castrismo no quiere admitir
Mientras los voceros del Gobierno celebran esta redada como un “golpe al crimen”, la situación en la calle es otra. Las drogas están llegando hasta las escuelas, y los más afectados son los menores de edad. En abril pasado, las propias autoridades de Guantánamo reconocieron que más de una decena de niños y adolescentes habían sido sorprendidos consumiendo o traficando sustancias ilegales. Y no estamos hablando de cigarros o alcohol —estamos hablando de narcóticos serios, incluso dentro de centros escolares.
Según reveló el mayor Alexander Millet Suárez, jefe del grupo de sectores priorizados en la Dirección Nacional Antidrogas, ocho menores y dos adolescentes de 16 y 17 años tuvieron que ser ingresados en el Hospital Pediátrico Pedro A. Pérez tras dar positivo en pruebas toxicológicas. Otros cuatro menores también quedaron “controlados”: dos por consumo, uno por posesión y uno por tráfico.
¿Y entonces? ¿Qué pasó con la “potencia médica”? ¿Dónde están los “valores de la revolución”?
La droga es solo el síntoma de un país en ruinas
Lo que pasa en Guantánamo no es una excepción. Es solo el reflejo de una sociedad en crisis total, donde ya ni la represión ni los discursos del noticiero pueden tapar la descomposición. El consumo de sustancias sintéticas y la aparición de redes de tráfico en barrios como La Asunción son prueba clara de que el régimen ha perdido el control social que tanto presume tener.
Ya no basta con arrestar a cinco o seis personas y montar un show para Facebook. El problema está más profundo. Está en la desesperanza de los jóvenes, en la falta de oportunidades, en una educación hueca y una economía que no da ni para vivir decentemente. En un país donde hasta respirar cuesta, ¿quién se asombra de que los muchachos caigan en lo primero que les promete “resolver”?
Mientras el castrismo se vende como salvador, la realidad se pudre a su alrededor. Los mismos que llevan décadas reprimiendo ideas, ahora no saben cómo contener la plaga de drogas que se les cuela por todos los rincones. Y aunque griten que están “en pie de lucha”, el narco les sigue ganando terreno, barrio por barrio.