Lo que debía ser un viaje largo pero rutinario entre La Habana y Santiago de Cuba terminó convirtiéndose en pesadilla. Un accidente masivo ocurrido en la madrugada del domingo sacudió la provincia de Granma, dejando un saldo de dos personas fallecidas y al menos 27 heridos, entre ellos un menor de edad.
El siniestro ocurrió en el kilómetro 727 de la carretera Bayamo–Las Tunas, una zona que, aunque no es nueva para los accidentes, esta vez presenció una escena desgarradora: un ómnibus arrendado por el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), de la estatal BioCubaFarma, se salió de control y terminó estampado contra un obstáculo fijo en la vía. El impacto fue tan brutal que destrozó el motor y volcó el vehículo de costado.
Una de las víctimas perdió la vida en el lugar, mientras que la otra murió poco después en el Hospital Provincial Carlos Manuel de Céspedes, donde fueron atendidos también el resto de los heridos. Seis de ellos, según detalló el doctor Adonis Frómeta Guerra, requirieron cirugía de urgencia por la gravedad de sus lesiones.
Las víctimas mortales fueron identificadas como Aracelis Torres Almarales, de 60 años, e Ismael Gómez de la Masa Areces, de 59. Dos nombres más que se suman a la larga lista de cubanos que han perdido la vida en las deterioradas y peligrosas carreteras de la isla, mientras el régimen sigue invirtiendo recursos en propaganda y represión, en lugar de garantizar infraestructura segura para el pueblo.
Este accidente no solo refleja el estado crítico del transporte en Cuba, sino también la negligencia institucional que, una vez más, queda en evidencia. Un ómnibus operado por una entidad estatal, cargando pasajeros por una carretera en condiciones dudosas, y sin que nadie rinda cuentas por ello.
El caos vial en Cuba no es casualidad, es consecuencia directa del abandono y la desidia del sistema. El pueblo sigue pagando con sangre y dolor las fallas de un gobierno que lleva décadas priorizando el control político por encima de la seguridad ciudadana.
Mientras tanto, los heridos se recuperan como pueden, con un sistema de salud colapsado y sin recursos, donde los médicos hacen milagros con lo poco que tienen. Y las familias cubanas, otra vez, lloran a sus muertos sin respuestas ni justicia.