El emblemático Zoológico de 26, en pleno corazón de La Habana, no es más que otro cadáver institucional que el régimen ha dejado pudrir al sol. Lo que antes fue un espacio de asombro y aprendizaje para generaciones de cubanos, hoy luce como una postal del abandono: jaulas oxidadas, animales famélicos, estanques convertidos en charcos de lodo seco y un tufo insoportable que se mezcla con la desesperanza.
En ese panorama desolador, un trabajador del lugar —sin pelos en la lengua y con el corazón en la mano— soltó una verdad como un cañonazo: “Si no hay pa’ los cubanos, ¿qué va a haber para los animales? Esto es un genocidio.” Su denuncia, compartida en la página de Facebook La Tijera, es apenas una pincelada del drama que se vive allí cada día.
Un zoológico que parece más un cementerio
Las imágenes difundidas no necesitan narrador. Basta ver a los cocodrilos tirados en huecos resecos, los laguitos artificiales convertidos en vertederos y los visitantes —niños, ancianos— esquivando guasasas, sobreviviendo al calor asfixiante y al hedor nauseabundo que lo impregna todo. La escena es tan surrealista como trágica.
Una abuela que paseaba con su nieta lo dijo claro, medio en broma, medio en serio: “Deberían hacerlo una MIPYME, si total ya todo lo que funciona aquí es privado.” Y es que la privatización disfrazada se ha vuelto la norma en una Cuba donde el Estado solo sirve para reprimir y dejarlo todo en ruinas.
De orgullo nacional a vergüenza pública
Durante décadas, el Zoológico de 26 fue motivo de orgullo para los habaneros. Hoy, caminar por sus instalaciones es hacer un recorrido por el desastre: jaulas llenas de óxido, bancos destruidos, basura por todas partes y caminos que parecen haber sido bombardeados. Los animales —si es que aún se les puede llamar así— sobreviven como pueden, bajo un sol inclemente y con más hambre que los propios cubanos.
La activista Yamilka Laffita, conocida en redes como Lara Crofts, también alzó la voz ante semejante barbarie. “Estas imágenes que ven aquí provienen del zoológico PETA (People for the Ethical Treatment of Animals). En estas PÉSIMAS condiciones viven los animales en cautiverio en el régimen cubano”, escribió, acompañando su mensaje con fotos que duelen.
Reflejo perfecto del país en ruinas
Este zoológico no es solo un espacio abandonado: es el reflejo vivo del colapso de una nación entera. En Cuba no hay medicinas, ni comida, ni agua, ni electricidad… y tampoco hay condiciones para garantizar el bienestar mínimo de la fauna que queda atrapada en jaulas desvencijadas. El régimen, mientras tanto, sigue echándole la culpa al embargo, como si eso justificara la desidia, la corrupción y la miseria institucionalizada.
La Habana, antes llena de vida, es hoy una ciudad que se desangra en silencio, y el Zoológico de 26 es una metáfora perfecta del derrumbe: un lugar lleno de animales tristes, niños confundidos y una tristeza colectiva que se respira en cada rincón.
Mientras tanto, los que deberían rendir cuentas siguen viviendo como reyes, aferrados al poder, sin importarles ni el pueblo ni las criaturas que un día dijeron proteger.
Cuba no solo se cae a pedazos… se muere a gritos. Y ni los animales se salvan.