La provincia de Granma está que arde. A pesar de que la policía anda de un lado a otro con operativos y más operativos, los delitos no dan tregua. Lo que está pasando allí no es solo cuestión de “malos elementos”, sino un reflejo de un caos más profundo que ni el mismísimo Minint logra contener. Y eso, mi gente, es preocupante.
En los últimos días, el Ministerio del Interior lanzó una ofensiva en varios municipios de Granma. ¿La misión? Cortar de raíz el tráfico de drogas, el contrabando y el sacrificio ilegal de ganado. Pero los resultados, aunque vistosos en el papel, demuestran que el problema está más en la raíz que en la rama.
Bayamo fue uno de los epicentros del operativo. En el reparto Ciro Redondo cayó una vivienda cargada de drogas. Y no muy lejos, en el Siboney, agarraron a un tipo con marihuana encima. ¡Y eso fue solo el inicio! En Pilón, hallaron una casa entera dedicada al cultivo de yerba. Como si fuera poco, en Manzanillo encontraron no solo paquetes de droga, sino también dinero en efectivo que, según las autoridades, viene directo del negocio sucio.
Pero no todo se limita a marihuana. En otro punto de la historia, agarraron a dos individuos trasladando drogas “químicas” desde Manzanillo hasta Bayamo. Estas sustancias, conocidas como “cannabinoides sintéticos”, son una bomba de tiempo. Causan convulsiones, psicosis y hasta la muerte, y su uso va en aumento en toda Cuba.
Y como si fuera poco, también hubo arrestos por sacrificio ilegal de ganado. Cuatro hombres fueron detenidos tras cargarse un toro que no era suyo en la zona de Cayo Espino. ¡Ni las vacas se salvan! A eso se suma un chofer que llevaba más de 400 cajas de cigarros Criollos sin papelitos, y otro decomiso de más de mil tabacos que iban para el mercado negro.
Las autoridades dicen que todo esto se logró gracias a la colaboración entre el Minint y los vecinos. Pero, seamos claros: el problema no es que falte vigilancia, es que la situación está fuera de control. Es como poner un parche en una gotera cuando ya el techo entero se está cayendo.
Y la cosa va más allá. A principios de julio, el gobierno amplió zonas restringidas en Pilón y Niquero porque, según dicen, han aumentado los recalos de drogas por la costa. Muchos van a esas áreas solo para recoger los paquetes que llegan del mar y luego venderlos. Es como una especie de “pesca milagrosa” del narcotráfico.
Para colmo, se están haciendo “juicios ejemplarizantes” y condenas severas. Un tribunal de Granma le echó ocho años de cárcel a un hombre por posesión de marihuana. Y recientemente, en Niquero, se juzgó a alguien por atentado contra la autoridad en plena cruzada nacional contra los delitos y la corrupción.
Pero el verdadero problema no se resuelve a golpe de juicios ni de operativos. Las redes sociales están llenas de historias que dejan claro que el tejido social en Cuba está cada vez más desgarrado. Hay familias enteras metidas en el negocio, barrios enteros marcados por la adicción, y una juventud sin rumbo. ¿Cómo se combate eso?
Por más que el régimen intente proyectar control, lo que vemos en la calle es otra cosa. Granma no está sola en esta situación, pero lo que ocurre allí es una radiografía perfecta de un país donde el delito no se esconde: se normaliza.
