En el país donde el castrismo lo prometió todo y no ha cumplido nada, ahora hasta las líneas del tren van quedando sepultadas… pero no por la modernidad, sino por la basura. La Empresa Constructora de Vías Férreas “Comandante Tony Santiago” acaba de tirar la toalla públicamente, denunciando lo que muchos cubanos ya ven con sus propios ojos: una invasión de desperdicios sólidos y líquidos que cubre y daña seriamente la maltrecha infraestructura ferroviaria nacional.
A través de un post en Facebook de la Unión de Ferrocarriles de Cuba —porque claro, todo lo resuelven con un posteo—, se alertó que la porquería se está tragando el sistema ferroviario. Los rieles, el balasto (esas piedritas que mantienen las vías firmes), las fijaciones y hasta los terraplenes están siendo afectados. Y no es un problemita técnico, es una amenaza directa a la seguridad de los trenes, la salud pública y la poca resistencia que aún le queda a ese sistema tambaleante.
Una crisis que ya es paisaje
La escena se repite por todas partes: pueblos y ciudades donde la basura forma parte del decorado. Pero esto va más allá de lo feo que se ve. Los sistemas de drenaje —cunetas, canales y alcantarillas— están tapados de residuos. Eso hace que los trenes corran con mayor peligro, que los viajes se suspendan sin previo aviso y que cada intento de mantenimiento se convierta en una odisea antihigiénica.
Los que más sufren este caos son los trabajadores de las brigadas ferroviarias. Ellos, sin medios ni protección adecuada, tienen que meter las manos —literalmente— entre cerros de desechos, ratas, cucarachas y todo tipo de pestilencia. La empresa pide que no se arroje basura en las vías, que la gente denuncie y que se cree conciencia. Pero vamos a estar claros: el problema no se resuelve con buenos deseos posteados en redes.
Una podredumbre más allá de los rieles
La basura no distingue entre vía férrea, parque o barrio. Es un problema que ha desbordado ciudades enteras. Falta recogida, falta control, falta voluntad real. Mientras el pueblo lidia con plagas, enfermedades y un hedor insoportable, el Estado sigue mirando para otro lado o exigiendo “disciplina” a quienes ya están exhaustos.
Con tanta dejadez, algunos cubanos han optado por quemar los basureros. Así, al menos, eliminan parte de los focos infecciosos y obligan a las autoridades a moverse… aunque a costa del riesgo de incendios mayores que pueden afectar viviendas y poner vidas en peligro.
Una joven matancera lo dijo claro en redes sociales: “La basura se está comiendo lo más lindo de la provincia”, refiriéndose a la Vía Blanca, esa avenida costera que antes era orgullo turístico y hoy parece más bien una zona de guerra ambiental. En las playas cercanas, la escena se repite: botellas plásticas, bolsas, latas y hasta electrodomésticos abandonados entre la arena. Un “paraíso” turístico hecho ruinas.
Vecinos contra el abandono
En algunos barrios, la gente se organiza como puede. Padres de familia limpiando las escuelas de sus hijos porque nadie del Estado aparece. En Santiago de Cuba, el otrora glamoroso Hotel Venus ha pasado a ser un vertedero improvisado, víctima del abandono total de lo que algún día fue patrimonio arquitectónico. Y en el corazón del Vedado habanero, hasta cerca del Instituto de Hematología e Inmunología pululan los ratones, plagas que no solo dan asco, sino que pueden desatar una verdadera emergencia sanitaria.
El castrismo —ese mismo que sigue vendiendo humo sobre “la potencia médica” y “la conciencia colectiva”— ha dejado que el país se pudra, literalmente. Y no es metáfora: los basureros ya se comen los rieles, las playas, las escuelas, los hospitales y hasta la dignidad del pueblo.
Mientras tanto, los de arriba siguen con sus discursos vacíos, construyendo hoteles que nadie visita y echándole la culpa al “bloqueo” de un desastre que es 100% made in Cuba.