En la Cuba de hoy, donde la escasez y el descontento van de la mano, el régimen insiste con su cantaleta de que «el turismo es la salvación». Pero la realidad, cruda y sin maquillaje, muestra otra cosa: la apuesta por construir más hoteles está hundiendo al país en un barril sin fondo, mientras los cubanos siguen contando los granos de arroz.
Detrás del discurso triunfalista se esconde una estrategia que solo favorece a las grandes corporaciones estatales, no al pueblo. El economista cubano Pedro Monreal, uno de los pocos que todavía se atreve a hablar con claridad, ha sacado a la luz cómo este modelo turístico es más bien un negocio cerrado entre los poderosos de arriba, mientras los de abajo seguimos esperando que caiga algo del plato.
Un “negocio” que solo beneficia al poder
Monreal, a través de sus publicaciones en la red social X, desenmascaró lo que ocurre con el llamado «polo turístico de Ciego de Ávila», que en apenas dos años cuadruplicó su capacidad hotelera. ¿Turismo desbordado? ¡Qué va! Se trata de un modelo inmobiliario donde los hoteles se usan como excusa para canalizar inversiones que no benefician a nadie más que a las mismas corporaciones enchufadas al poder.
Según explicó, este tipo de estructura económica convierte los hoteles en “vehículos de inversión”, no en motores de desarrollo real. El objetivo no es atraer turistas, sino mover dinero dentro de un sistema cerrado que se mantiene gracias a ubicaciones privilegiadas, monopolios controlados, apoyo estatal y cero transparencia.
Y para colmo, ni siquiera lo hacen con manos cubanas. Las obras son contratadas a empresas extranjeras y la gestión hotelera la manejan cadenas internacionales. Eso sí, todo bien maquillado con la propaganda revolucionaria de siempre.
Más inversión, menos turistas
El colmo del absurdo llega cuando se revisan los datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Hasta junio de 2025, Cuba recibió poco más de 1.3 millones de viajeros, una cifra que representa una caída de más de 300 mil con respecto al mismo período del año anterior. Y si hablamos de turistas internacionales, la caída fue del 25 %, lo que se traduce en casi 328 mil visitantes menos. Ni los rusos, ni los canadienses —los que más venían— quieren saber del “paraíso socialista” que se cae a pedazos.
Monreal lo dice sin rodeos: el dinero que se está gastando en turismo supera por mucho lo que ese mismo sector genera. En buen cubano: están botando el dinero en hoteles vacíos mientras el pueblo no tiene ni pan para desayunar.
Y claro, los grandes beneficiados siguen siendo las corporaciones estatales, que se frotan las manos con los fondos del presupuesto nacional, exenciones fiscales y ventajas aduanales, aunque los hoteles funcionen a media máquina.
¿Y esos hoteles, pa’ quién son?
La propia ONEI admite que la ocupación hotelera en los primeros meses de 2025 fue de apenas un 24,1 %. O sea, más del 75 % de las habitaciones están vacías, incluso en plena temporada alta. Las pernoctaciones cayeron a 3,6 millones y los ingresos bajaron un 21,5 %, según datos publicados por la cadena Meliá, que además reconoció que apenas logra llenar el 40 % de sus habitaciones.
Monreal, con la precisión de quien conoce bien el terreno, remató: “El turismo internacional no ocupó ni una cuarta parte de la capacidad hotelera. Es peor que en 2024 y desmiente la narrativa oficialista de recuperación”.
¿Y qué hace el régimen? Pues sigue construyendo más hoteles. Como si con eso fueran a cambiar el desastre. Según el economista, esto no responde a una lógica de desarrollo real, sino al interés de mantener blindado un negocio interno, manejado entre sombras por los mismos de siempre, gracias a su “conexión política” y al manto de opacidad que cubre toda la estructura.
La fachada se cae, y la gente ya no se calla
Más allá de los números, la indignación popular habla más fuerte. En redes sociales, los cubanos se burlan abiertamente de la propaganda estatal. Un artículo de Cubadebate que intentaba cuestionar si “se frenó el motor de la economía”, fue respondido por internautas con verdades como puños.
“¿Quién quiere visitar un país donde no hay electricidad y la gente está amargada?”, soltó un usuario, harto de tanta hipocresía. Otro fue más directo: “El turista busca alegría, limpieza, atención… y aquí solo encuentra basura, peste y descontento”.
Muchos relatan experiencias en hoteles donde no hay ni huevos para el desayuno, los trabajadores están agotados y todo parece sacado de una película de terror tropical. Ese “calor humano” del cubano que vendían al mundo, ya ni se siente. Porque cuando un pueblo tiene hambre, lo último que puede ofrecer es alegría.
El modelo turístico del castrismo está en ruinas, igual que la mayoría de sus promesas. Y mientras el régimen siga vendiendo humo, la realidad seguirá devolviéndole fuego. Porque en Cuba, ni el turismo escapa del desastre.