Jorge Luis Vega García, un exteniente coronel del temido Ministerio del Interior cubano (MININT), fue arrestado este martes en Estados Unidos. El hombre, conocido entre exprisioneros políticos como “Veguita”, no es ningún santo: lo acusan de haber sido uno de los verdugos al mando en algunas de las cárceles más oscuras del régimen.
El arresto fue confirmado por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), luego de que se levantara la voz sobre su pasado represivo.
Veguita entró a territorio estadounidense el 20 de enero de 2024, aterrizando tranquilito en Tampa, Florida, gracias al programa de parole humanitario. Pero lo que parecía otro caso más de escapada silenciosa terminó por encender alarmas: este hombre no solo fue parte del engranaje represivo del castrismo, sino que también dirigió los centros penitenciarios Agüica y Canaleta, dos antros de tortura en Matanzas, donde se violaron los derechos humanos con total impunidad.
De torturador en Cuba a “refugiado” en EE.UU.
Fue el periodista Mario J. Pentón quien destapó el avispero. En un reportaje demoledor, recogió testimonios de varias víctimas del régimen, como Benito Ortega Suárez, Pablo Pacheco Ávila, Blas Giraldo Reyes y Fidel Suárez Cruz, quienes no dudaron en señalar a Vega como uno de los jefes que ordenó golpizas, torturas psicológicas, aislamiento prolongado y toda clase de abusos durante la Primavera Negra del 2003.
Ese año, 75 opositores pacíficos fueron secuestrados por la dictadura de Fidel Castro, y muchos de ellos terminaron bajo el látigo de Veguita.
Los documentos no mienten. Tanto en Cuba como en Estados Unidos, existen papeles firmados por el propio Vega García que confirman su identidad y su rol dentro del aparato represivo. Además, una exoficial penitenciaria, Lainersy Ávila Castro, aseguró que el hombre fue ascendido antes de retirarse del MININT, dejando claro que su vínculo con la maquinaria del terror castrista no fue pasajero, ni mucho menos accidental.
No es un caso aislado, es parte de un patrón
La detención de Veguita no es un hecho aislado. El congresista Carlos Giménez ya había levantado la voz, exigiendo su deportación inmediata en una carta oficial dirigida a la entonces secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, acompañada de pruebas que lo conectaban directamente con violaciones a los derechos humanos.
Aunque las autoridades aún no han revelado cuáles cargos concretos se le imputan, las víctimas del castrismo y organizaciones del exilio están pidiendo mucho más que una simple expulsión: quieren justicia, juicio y castigo.
La plataforma Represores Cubanos – ¡Detengan la Violencia! documentó que Vega violó normas internacionales como las Reglas Mandela y el Artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, negando atención médica, ordenando golpizas y participando activamente en las estrategias de represión dentro de las cárceles cubanas.
Represores que se cuelan en tierra de libertad
El caso de Veguita no es único. Según denuncias del exilio, más de 100 esbirros del régimen cubano se han colado en Estados Unidos en los últimos años, amparados en programas migratorios, con identidades limpias y pasado “olvidado”.
Un ejemplo reciente es el de Daniel Morejón García, exfuncionario del MININT que fue deportado tras descubrirse su implicación directa en la represión de las protestas del 11J en 2021. Morejón era parte de las Brigadas de Respuesta Rápida, esos grupos paramilitares que salieron a reventar a golpes a cubanos que pedían libertad.
Las pruebas eran tan claras —videos, fotos, testimonios— que ICE no tuvo más remedio que sacarlo del país.
¿Cuántos más quedan por descubrir?
La llegada de represores cubanos a Estados Unidos, aprovechando el caos migratorio y la falta de control, es una amenaza seria y real. No solo por lo que hicieron en Cuba, sino porque muchos de ellos siguen en silencio, viviendo cómodamente en libertad mientras sus víctimas arrastran cicatrices físicas y emocionales.
El arresto de Veguita es un primer paso. Pero el pueblo cubano exige que se destapen todos los casos, que los verdugos no encuentren refugio en el país que representa los valores opuestos a lo que ellos defendieron con puño y bota.
La justicia no puede tener doble moral. Si estos represores pisaron tierra libre, que también respondan por el daño que hicieron.