Este 5 de agosto se cumplen 31 años del Maleconazo, aquel estallido popular que sacudió las calles de La Habana en 1994, cuando miles de cubanos salieron desesperados a exigir un cambio en medio del hambre y la oscuridad del Período Especial.
Pero en lugar de escuchar al pueblo, el régimen vuelve a lo mismo de siempre: disfrazar la represión de heroísmo revolucionario. Esta vez fue el propio Miguel Díaz-Canel quien desempolvó la narrativa gastada del castrismo para calificar a los manifestantes de entonces como “fuerzas oscuras”.
“Cada 5 de agosto nos recuerda que siempre habrá fuerzas oscuras acechando a una Revolución genuina”, soltó el presidente designado en su cuenta oficial de X (antes Twitter), acompañado de una imagen donde se ve a Fidel Castro enfrentando a la multitud como si fuera un líder iluminado en medio del caos.
Censura, manipulación y verdades a medias
Esa publicación no fue casual. Forma parte de una campaña orquestada por el aparato propagandístico del régimen para intentar convertir una revuelta popular legítima en una especie de “lección patriótica”.
Desde el Partido Comunista, voces como la de Roberto Morales Ojeda o el funcionario Enrique Villuendas se sumaron al discurso triunfalista. Este último incluso tuvo el descaro de decir que en el Maleconazo y el 11 de julio de 2021 “no hubo que disparar un tiro”.
La respuesta de los cubanos no se hizo esperar. “Miserable”, “falso”, “criminal”… así le llovieron los comentarios a Villuendas por intentar reescribir la historia como si no existieran videos, fotos y testimonios de lo ocurrido.
La historia no se borra: el pueblo habló y la dictadura respondió con balas
El periodista José Raúl Gallego fue claro: sí hubo disparos, sí hubo muertos, y sí hubo represión brutal. Recordó, entre otros casos, el asesinato de Diubis Laurencio Tejeda, un joven que recibió un balazo por la espalda en La Güinera durante las protestas del 11J. Su crimen quedó grabado en video, pero como es costumbre en Cuba, nunca fue investigado de manera independiente.
“No solo hubo disparos. También hubo palizas, detenciones arbitrarias y más de 700 personas condenadas, en su mayoría jóvenes, solo por pedir libertad”, escribió Gallego, amparado en datos del proyecto Inventario.
Del 94 al presente: nada ha cambiado, solo se ha podrido más
La historia del Maleconazo no es un cuento épico del régimen, es una página dolorosa de represión, desesperanza y traición al pueblo. Ese 5 de agosto de 1994, miles de habaneros salieron hartos de los apagones, la represión y la miseria. Gritaron lo que muchos todavía gritan hoy: “¡Libertad!” y “¡Abajo la dictadura!”.
La respuesta no fue diálogo, fue palo. Las llamadas “turbas revolucionarias” —como el tristemente célebre Contingente Blas Roca Calderío— se encargaron de repartir golpes, mientras la policía lanzaba a todos los inconformes a la cárcel. Luego, como válvula de escape, Fidel Castro abrió las puertas del país para que el que no aguantara más se tirara al mar.
Así comenzó la crisis de los balseros, con más de 35 mil cubanos arriesgando la vida en balsas improvisadas rumbo a Estados Unidos. Muchos no llegaron. Murieron ahogados. Murieron huyendo de una revolución que nunca los incluyó.
31 años después, los motivos del Maleconazo siguen más vivos que nunca
El colapso del sistema energético, los apagones eternos, el hambre, la persecución política, la falta de futuro… Todo eso sigue ahí, solo que ahora peor, más descarado y más impune. El régimen sigue culpando al “bloqueo” mientras derrocha millones en propaganda y reprime a todo el que piensa distinto.
La juventud, en vez de soñar con un país próspero, piensa en cómo largarse del infierno. Las cárceles siguen llenas de presos políticos. Y la represión, aunque más digital, es igual de brutal.
El Maleconazo fue una advertencia. El 11J lo confirmó. Y la historia seguirá repitiéndose mientras Cuba siga secuestrada por un poder que le teme al pueblo, le teme a la verdad y le teme a la libertad.