El barrio habanero de Los Quimbos, en San Agustín, aún está sacudido por la violenta muerte del pintor cubano Alfredo Luis Iglesias Peña, quien fue asesinado a puñaladas dentro de su propia casa durante la tarde-noche del domingo 3 de agosto. El crimen, que ha generado indignación y dolor en la comunidad, fue revelado por el activista Niover Licea, a través de sus reportes ciudadanos.
El joven artista, conocido también por su talento con los tatuajes, habría sido atacado tras lanzarse a defender a su esposa Francis Magda García Poey. Según la versión divulgada por Licea, el atacante fue Adrián Saavedra Serrano, alias Pito, un exconvicto con antecedentes penales que, bajo los efectos de sustancias, hirió en la cara y en las manos a la mujer del pintor, obligándola a salir de la vivienda.
Acto seguido, el criminal —que ya cargaba en su historial otro homicidio— arremetió contra Iglesias Peña, propinándole tres heridas punzantes letales: una en el cuello, otra en el brazo y otra en la pierna. Todo ocurrió en medio de un apagón, lo que alimenta las sospechas de muchos vecinos sobre las condiciones de inseguridad que el régimen crea al dejar barrios enteros en penumbras.
Saavedra Serrano murió al día siguiente, en un hospital habanero, con un neumotórax. De acuerdo con Licea, fue el propio Alfredo quien logró herirlo al intentar defenderse de la agresión, lo que probablemente le salvó la vida a su esposa. La tragedia terminó con dos muertos, pero con la sensación amarga de que en Cuba la justicia no llega ni siquiera después de la muerte.
Los testimonios recogidos entre vecinos hablan del profundo cariño que se le tenía al joven artista. “Era un muchacho muy querido por todo el barrio”, lamentó el activista. Otra residente cercana a la familia escribió unas palabras que estremecen: “Buen hijo, esposo, hermano, vecino y muchacho. Lo lamentamos mucho. EPD, Afre, vuela alto”.
Un amigo de la infancia, desgarrado por la noticia, expresó que al menos “ese delincuente no va a hacer una más”, dejando caer esa frase tan popular en Cuba: “El que a hierro mata, a hierro muere”. Con ello resumía el sentir de muchos, convencidos de que el crimen no puede quedar impune.
Además de tatuar, Alfredo —o Alfredito, como le decían con cariño— se abría paso en el mundo del arte con óleos y murales, como el que pintó en la Casa del Habano del Hotel Meliá Habana. Su muerte deja un enorme vacío en una comunidad cansada del abandono oficial, el desgobierno y una violencia que se ha vuelto cotidiana en la Cuba de hoy, donde la falta de protección y la impunidad se cobran la vida de los mejores.