“Lo que estás a punto de ver me cambió la vida para siempre”, así arranca el primer capítulo de una historia que no es ficción, aunque bien podría parecer una película de suspenso. Se trata del testimonio de Brayan, un joven cubano que decidió dejarlo todo atrás para buscarse la vida fuera de Cuba. Su relato, publicado en Instagram como si fuera una serie, ha tocado a miles de personas.
Desde su cuenta @brayanmr.rodriguez, este muchacho le pone rostro y emoción a lo que viven tantos cubanos que emprenden la ruta migratoria por Guyana, un camino duro, incierto, lleno de peligros… pero también de esperanza. Con una mezcla de crudeza, nervios, humor y mucha valentía, Brayan va narrando su travesía como si estuviera contando una novela que le tocó protagonizar sin querer.
La aventura comienza nada más aterrizar en Guyana. Un contacto lo recoge y lo lleva a una casa donde espera la noche para seguir avanzando. Lo que sigue es una locura: carros sobrecargados, selvas infinitas, caminos llenos de fango, zapatos destruidos y botes diminutos a punto de volcarse. Pero en cada escena, Brayan repite la frase que se vuelve mantra: “Todo sea por la vida”.
“Te recoge tu mejor van con casi 20 personas adentro… ¿te imaginas el viaje, primo?”, dice con un humor que no logra ocultar el miedo. En otro momento, mientras suben a un bote casi hundido, lanza una advertencia entre risas: “Si vas a hacer esta travesía, por favor, la dieta en casa… por el bien de los demás”. Y sí, uno se ríe, pero con un nudo en la garganta.
Antes de comenzar el viaje, Brayan ya había compartido desde Cuba el motivo de su decisión: una vida sin agua, sin electricidad, sin futuro. En un video previo bromeaba con inventar maneras absurdas de ganarse la vida, pero al final suelta la frase que lo resume todo: “Lo único que me queda es la pira, así que me voy”.
Su historia no es única, pero sí poderosa. Como él, hay muchos otros que han usado las redes para contar lo que otros prefieren callar. Como Ney Cruz, que viajó desde Cuba a Brasil con toda su familia (incluida su hermana embarazada), o Dailyn Cabrera, que cruzó con sus dos hijos hasta Uruguay y terminó vomitando de camino… pero asegura que “lo repetiría mil veces más”.
Incluso rostros conocidos como Fiu Fiu han compartido lo que vivieron. “Dormía en escaleras, comía de la basura”, confesó sobre su paso por Brasil antes de llegar a EE.UU.
Pero lo que diferencia a esta generación de migrantes cubanos es que no solo se van: lo cuentan. Gritan su historia al mundo, desde el celular, con señal prestada, con lágrimas, con barro en los zapatos. Buscan visibilidad, empatía, un oído que escuche y entienda.
“Esto apenas comienza. Lo más loco viene en el próximo reel”, dice Brayan al final de su primer video. Y uno solo puede pensar: ojalá que su historia, como la de tantos, tenga un final feliz.