En plena calle Cristo, corazón palpitante de La Habana Vieja, existió un negocio que hoy parecería sacado de una postal del pasado: una tienda especializada, nada más y nada menos, que en la venta de huevos. Y no, no es un chiste ni una metáfora. El local era bien fácil de ubicar, con una fachada tan característica que hasta los más despistados sabían lo que se cocinaba allí.
Sobre su puerta, se alzaba un musculoso brazo encamisado, que sostenía en su mano un inmenso huevo de color blanco, con un diseño hiperrealista y llamativo, que según quienes lo recuerdan de la época, tenía casi un metro de alto.
Este singular comercio pertenecía, según apuntan registros de la época, a la familia Canales, una estirpe que se movía como pez en el agua en el negocio de las aves y sus productos desde los años 20. Primero operaban bajo el nombre de “Benigno Canales y Hermanos”, y más adelante, ya entrando en los años 40, adoptaron la razón social de “Sobrino de Canales”.
El local principal estaba ubicado en Cristo #35, pero el imperio huevero de los Canales no se quedaba ahí. También tenían presencia en la calle Mercaderes, y otro punto de venta en el famoso mercado de Cuatro Caminos, específicamente en el tramo que da para la calle Monte.
Lo más llamativo de todo esto no es solo el negocio en sí, sino el contraste brutal con la Cuba actual, donde conseguir una caja de huevos puede parecer una odisea más difícil que escalar el Pico Turquino en chancletas. Mientras en aquella Habana republicana existía un comercio especializado en vender huevos con variedad, constancia y hasta estilo, hoy los cubanos tienen que hacer colas eternas, pagar precios inflados o resignarse a no ver un huevo en semanas.
¿Hasta dónde ha caído un país donde algo tan básico como este producto se ha vuelto casi un lujo? Mientras en la Cuba libre de entonces florecían negocios familiares como el de los Canales, el desastre económico del castrismo ha convertido lo cotidiano en una rareza.
Este tipo de historias, aunque parecen pequeñas, son testimonio del tejido económico y social que una vez sostuvo a Cuba con dignidad. Y también sirven para recordarnos cuánto se ha perdido bajo décadas de centralismo, desabastecimiento y control estatal.
La próxima vez que pases por la calle Cristo, trata de imaginarte ese negocio lleno de vida, con huevos frescos y gente comprando sin tener que mostrar una libreta. Quizás así podamos entender, al menos un poco, lo que fuimos… y lo que merecemos volver a ser.