En plena crisis energética nacional, el régimen cubano volvió a mostrar su ineficiencia sin disfraz. Esta vez, los hospitales de Santiago de Cuba quedaron al borde del colapso, luego de que varios grupos electrógenos de emergencia se fueran abajo por uso excesivo.
La noticia fue soltada, casi como quien no quiere la cosa, en un informe televisado por el canal oficialista TurquinoTeVe. Durante la transmisión, autoridades del despacho eléctrico reconocieron que las plantas de respaldo están fallando, porque simplemente no están hechas para aguantar tanto trajín.
«Esos grupos son solo para emergencias, no para trabajar horas y horas sin parar, por eso están colapsando», soltó un vocero, en lo que parecía más una excusa que una explicación. Pero lo que realmente está colapsando es la salud pública, porque en un país donde los apagones son ya parte de la rutina, los hospitales no pueden depender de milagros para funcionar.
Y mientras el régimen dice que “prioriza” servicios vitales como hospitales y sistemas de agua, la realidad es que ni los enfermos están seguros en las salas de terapia intensiva, donde los aparatos pueden apagarse en cualquier momento, ni los medicamentos refrigerados están garantizados si los equipos de frío dejan de funcionar.
Santiago de Cuba, una de las provincias más golpeadas por los apagones, tiene una demanda energética que ronda los 180 megawatts, una cifra que suena a chiste cuando el país entero anda a oscuras más de la mitad del día.
Hasta ahora, no hay un plan de contingencia claro ni se ha informado de refuerzos logísticos que ayuden a los centros de salud a mantenerse operativos. Solo hay promesas vacías, silencios incómodos y la misma cantaleta de siempre: «Estamos trabajando en ello».
Pero la gente en la calle no come cuentos. “Se están muriendo los pacientes porque no hay corriente ni para encender un ventilador”, comenta con rabia una enfermera santiaguera, que prefiere mantenerse en el anonimato por miedo a represalias.
Mientras tanto, el pueblo paga las consecuencias del desmadre energético, con hospitales cayéndose a pedazos y enfermos que no saben si el próximo apagón será el último que aguanten.
