En medio de la tormenta geopolítica que crece entre Rusia y Occidente, los rumores sobre el posible regreso de armas nucleares al Caribe —específicamente a Cuba— han vuelto a levantar polvo. Y mientras el mundo contiene la respiración, en La Habana, como de costumbre, nadie dice ni esta boca es mía.
Desde Moscú, la respuesta oficial no ha sido ni sí ni no. El Kremlin ha preferido mantenerse en esa zona ambigua donde lo no dicho pesa más que las palabras. Este martes 5 de agosto, María Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, rompió el hielo sobre el tema, aunque con medias tintas.
Según ella, lo que se ha dicho hasta ahora proviene de “opiniones privadas de expertos”, no de decisiones estatales. Pero acto seguido dejó caer una frase que sonó más a advertencia que a aclaración: “El desarrollo de la cooperación militar internacional es competencia del Ministerio de Defensa”.
Es decir, no lo confirmaron, pero tampoco lo negaron. Y en política, ese silencio puede ser un rugido.
¿Y La Habana? Más muda que nunca
Hasta hoy, el régimen cubano no ha abierto la boca sobre el asunto. Ni una línea oficial, ni un comentario entre dientes, nada. Y eso ha levantado aún más sospechas. Porque si mencionan a Cuba como posible punto de despliegue nuclear y el gobierno no responde, el silencio se vuelve cómplice.
Este mutismo, que algunos interpretan como “prudencia diplomática”, en realidad deja claro lo de siempre: la cúpula castrista está más preocupada por quedar bien con Moscú que por proteger al pueblo cubano de otra crisis internacional.
No olvidemos que Cuba ya fue escenario de una pesadilla parecida en 1962, cuando el mundo estuvo al borde de un apocalipsis nuclear. Y ahora, más de 60 años después, parece que están jugando al mismo juego peligroso.
Viejas estrategias, nuevos pretextos
Días antes del pronunciamiento de Zakharova, el analista Alexander Vorobyov, un peso pesado en los círculos militares rusos, soltó lo que muchos temían: Cuba sigue siendo el lugar favorito de Moscú para posicionar misiles.
Según este experto, esa sería la “respuesta lógica” al despliegue de armas de alta precisión por parte de Estados Unidos en el Reino Unido. O sea, si tú me pones misiles allá, yo te los pongo aquí.
Es un déjà vu tóxico que reaviva los fantasmas de la Guerra Fría, pero con un giro aún más oscuro: esta vez no hay ni diálogo, ni tratados, ni cortinas de humo diplomáticas. Solo amenazas abiertas y una isla empobrecida que podría volver a convertirse en peón de una partida que no controla.
Tensión al rojo vivo
Esta nueva ola de rumores no viene sola. La semana pasada, Donald Trump anunció que EE. UU. movió dos submarinos nucleares a posiciones “más cercanas a Rusia”. En respuesta, Putin decidió romper con el tratado INF, que desde los años 80 mantenía a raya los misiles de corto y mediano alcance.
El mensaje del Kremlin fue claro: ya no hay reglas. El vocero Dmitri Peskov lo dijo sin rodeos: “Rusia ya no tiene restricciones, y tomará las medidas que considere necesarias”.
Y como si eso fuera poco, Moscú acusó a Washington y sus aliados de estar armando peligrosamente regiones cercanas a su frontera, creando una amenaza directa que, según ellos, justifica cualquier movida defensiva, incluso colocar misiles en el patio trasero de Estados Unidos.
¿Y los cubanos de a pie?
En medio de este ajedrez geopolítico, el pueblo cubano ni pinta ni da color, pero lo arriesga todo. La gente en la isla sobrevive como puede entre apagones, escasez, colas eternas y miseria, y ahora encima se habla de misiles.
El régimen, leal hasta el tuétano a Rusia, no dudará en prestarse para este tipo de juegos peligrosos si eso le garantiza apoyo político y económico. El problema es que el costo lo pagan los cubanos de a pie, que ya bastante tienen con sobrevivir al infierno cotidiano que impone la dictadura.
Cuba no necesita cohetes ni amenazas nucleares. Lo que necesita es libertad, justicia y un gobierno que defienda los intereses de su pueblo, no los de una potencia extranjera.
Pero mientras el castrismo siga arrodillado ante Moscú, no podemos descartar que una vez más, la isla vuelva a ser puesta en la mira del mundo… sin que nadie le pregunte al pueblo si quiere jugar con fuego.