Lo que debía ser un viaje largo, pero normal, terminó en tremenda sacudida para más de 820 pasajeros que iban a bordo del tren número 14, que cubre la ruta Guantánamo-Habana. Cerca de las 2:30 de la tarde, el convoy activó su estado de emergencia tras un desperfecto en la vía, justo por la zona de las Cuevas de Bellamar, en Matanzas.
Según explicó Rafael Roldán Simón, maquinista con más de tres décadas de experiencia, el desastre se produjo por las malas condiciones del tramo, algo que, lamentablemente, no sorprende a nadie en un país donde el sistema ferroviario se cae a pedazos.
Siete vagones terminaron descarrilados y unos 250 metros de línea férrea quedaron completamente afectados, lo cual es una muestra más del abandono estatal que sufre la infraestructura ferroviaria en Cuba. La situación fue tan seria que al menos un pasajero y dos ferromoza resultaron con lesiones leves y tuvieron que ser llevados al Hospital Provincial Faustino Pérez.
Mientras tanto, el resto de los pasajeros fue trasladado a las terminales de trenes y ómnibus de Matanzas para tratar de continuar su trayecto hacia La Habana. A duras penas, la dirección de transporte provincial armó un operativo improvisado para mover a la gente, en medio del caos que generó el accidente.
Ana Moreno Fernández, ferromoza del coche siete, contó que en cuanto notaron que su vagón se separaba, comenzaron a evacuar a los pasajeros con calma. “Lo importante era mantener la cabeza fría y cuidar a la gente”, dijo la trabajadora.
Pero ni los nervios de acero de los tripulantes ni los esfuerzos improvisados para mover a la multitud alcanzan para tapar el verdadero fondo del problema: el desastre crónico del transporte ferroviario en Cuba. René Peña García, director de Ferrocarriles en Matanzas, confirmó que se necesitarán al menos 24 horas para recuperar el tramo afectado, aunque todos sabemos que esas «24 horas» suelen estirarse por días cuando no hay recursos ni voluntad política real para arreglar las cosas.
Como es costumbre, las autoridades del Partido y el Gobierno aparecieron en la escena para posar y hacer el paripé, mientras la población, una vez más, se ve obligada a adaptarse al abandono. En medio del revuelo, los pasajeros comenzaron a ser movidos hacia La Habana y Jaruco en lo que quedaba disponible.
Y como guinda del pastel, los medios oficialistas se apresuraron a aplaudir la “rápida respuesta” del gobierno provincial, como si con eso se pudiera maquillar el deterioro galopante del sistema de transporte cubano. Porque una cosa es reaccionar y otra muy distinta es prevenir.
La realidad es que, bajo este régimen, subirse a un tren en Cuba es como jugarse la vida en una ruleta rusa con rieles oxidados. Cada viaje puede terminar en tragedia, y la culpa siempre se disfraza de “fallo técnico” o “circunstancia imprevista”.