Mientras en redes sociales crecen las denuncias por la muerte de al menos nueve menores en el Centro Médico-Psicopedagógico “Calixto Sarduy Arcia” de Las Tunas, la Dirección General de Salud salió a hacer lo que mejor sabe: negarlo todo y culpar al bloqueo.
En una nota oficial publicada este martes, las autoridades sanitarias de la provincia reconocieron que sí han ocurrido fallecimientos en el centro, pero aseguran que no hay nada fuera de lo común. Según ellos, las muertes se deben a “condiciones biológicas” y enfermedades preexistentes propias de las personas con discapacidades severas. O sea, lo de siempre: las víctimas mueren porque les tocaba, no porque el sistema haya fallado.
«Nada que ver con desnutrición ni con falta de medicamentos», insistieron desde la Dirección Provincial de Salud. Lo más increíble es que tienen la cara de decir que las cifras de muertes no son alarmantes y que todo marcha según las estadísticas de años anteriores, como si eso fuera motivo de tranquilidad.
El abandono institucional disfrazado de normalidad
Según la declaración oficial, el centro cuenta con “personal capacitado” y ofrece atención integral a los residentes. También aseguran que, a pesar de los desafíos del “bloqueo”, han logrado mantener la calidad de vida de los pacientes.
Pero lo que pintan en los papeles no se parece en nada a lo que denuncian familiares y activistas en redes sociales. En los testimonios que han circulado por internet, se habla de niños abandonados, sin medicamentos, sin productos de higiene y sin supervisión real. Reportes que describen un escenario más parecido a un campo de abandono que a una institución de salud.
Una de las publicaciones más fuertes vino desde la plataforma “Reporte Cuba Ya”, que lanzó un texto contundente: “Cuando los recursos se desvían y nadie responde, lo que se pierde no es solo una vida: es la humanidad de un país que calla.”
Y eso es exactamente lo que está pasando en Cuba.
Silencio, represión y complicidad
Mientras las autoridades niegan las acusaciones y califican las denuncias como falsas, los hechos siguen cayendo por su propio peso. El régimen dice que todo está bien, pero no presenta una sola auditoría, ni una investigación pública, ni una sola medida concreta para responder a la crisis.
En vez de responder con transparencia, recurre a la censura, la negación y el cinismo. Y lo más grave: no se trata de un hecho aislado.
Hace apenas unos meses, un paciente postrado fue encontrado desnutrido, cubierto de heces y completamente abandonado en el hospital psiquiátrico de La Habana. Una imagen desgarradora que recorrió las redes y que el gobierno intentó tapar bajo el mismo discurso de siempre: “todo está bajo control”.
Pero la realidad los desmiente una y otra vez. En ese mismo hospital, una plaga de chinches infestó las salas de pacientes, y se conoció incluso el caso de un paciente psiquiátrico golpeado por personal del centro, un hecho reconocido por las autoridades sin que nadie fuera sancionado públicamente.
No es el bloqueo, es la desidia del sistema
A estas alturas ya no basta con echarle la culpa al embargo estadounidense. Lo que hay en Cuba es un sistema sanitario colapsado por la corrupción, la ineficiencia y el abandono institucional, donde los más vulnerables –niños con discapacidades, pacientes psiquiátricos, ancianos solos– mueren en silencio mientras el gobierno se aplaude a sí mismo.
Y aunque los burócratas en sus comunicados insistan en que todo es un invento para desprestigiar las instituciones, la evidencia que circula en redes, los videos filtrados y los testimonios de familiares hablan mucho más alto que cualquier nota oficial.
En Cuba, la muerte de un niño ya no es noticia, es estadística. Y eso es lo más doloroso.