En Holguín, el régimen vuelve a mostrar su verdadera cara: la indiferencia y el abandono total hacia sus ciudadanos. Esta vez, la víctima fue Milagros Batista Estévez, una madre cubana de 56 años que terminó asesinada por su expareja, José Matos, en un crimen que sacude por su brutalidad y por lo evitable que pudo ser.
La tragedia ocurrió en el reparto Álex Urquiola, y lo más indignante es que Milagros había denunciado a su agresor tres veces por violencia, extorsión y amenazas de muerte. Pero en un país donde la “justicia” solo funciona para proteger los intereses del poder, la vida de una mujer común no vale nada para las autoridades.
Su hijo, Óscar Bermúdez Batista, lo dijo sin rodeos: “Mi mamá denunció tres veces a su agresor. Él le robaba, la extorsionaba, y hasta le chantajeaba con devolverle sus ahorros solo si retiraba las denuncias. Aun así, nunca lo detuvieron”. Un testimonio que duele y que retrata la podredumbre de un sistema que se jacta de “defender al pueblo”, pero que ni siquiera mueve un dedo para salvar a una mujer amenazada de muerte.
El día del asesinato, fue la hija de Milagros quien, desesperada, llamó a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). La respuesta fue tan criminal como cómplice: “No hay patrullas disponibles, si vuelve intentaremos mandar alguna”. En un país militarizado, con agentes en cada esquina para vigilar y reprimir protestas, resulta que no hay patrullas para salvar una vida.
Y volvió. Primero intentó forzar la entrada de la hija, pero una vecina valiente lo detuvo. Después bajó… y apuñaló a Milagros frente a una niña de 6 años y un bebé de apenas 9 meses. Un acto de barbarie que quedó impune hasta que ya no había nada que salvar.
En Cuba, la violencia machista se multiplica mientras el régimen mira para otro lado. Prefieren gastar recursos en controlar el internet y callar a los que protestan, antes que proteger a las mujeres que viven bajo amenaza. La muerte de Milagros no es un hecho aislado: es la consecuencia directa de un sistema que abandona a su gente y que solo actúa cuando es demasiado tarde.