El régimen cubano vuelve a sacar un “conejo de la chistera” para aparentar que resuelve el eterno problema de la vivienda: ahora quieren meter a la gente a vivir en contenedores marítimos, vendiéndolo como una “idea innovadora” y “moderna”. La novedad arrancará en Las Tunas, una provincia donde más de 10 mil familias sobreviven en casas de tabla y piso de tierra, como si estuviéramos en el siglo XIX.
El diario oficialista Granma anunció que las primeras unidades, llamadas “tipología 3”, se instalarán en zonas específicas de Manatí, Puerto Padre, Jesús Menéndez, Majibacoa y la capital tunera. Según el director provincial de Vivienda, Héctor Rodríguez Espinosa, usarán 46 contenedores en total: 18 para trabajadores de la Empresa Eléctrica y 28 repartidos por los Consejos Populares.
Las autoridades prometen que el calor “no será problema”, porque les pondrán recubrimientos antitérmicos, techos adicionales y pilotes de hormigón para evitar humedad. Las casas tendrán entre 32 y 70 metros cuadrados, con cocina, baño y dormitorios, más una parcelita de 150 metros para posibles ampliaciones… si algún día hay materiales, claro.
Pero la realidad es otra. En un país donde las temperaturas rebasan fácilmente los 35°C, un contenedor de metal sin un aislamiento serio se convierte en un horno. Sin ventilación ni climatización adecuadas, las temperaturas internas pueden ser peligrosas, sobre todo para niños y ancianos. Y lo que el régimen llama “abaratar costos” normalmente significa “recortar calidad”, dejando a la gente a merced del calor, la humedad y el deterioro rápido.
Este parche llega después de décadas de incumplimientos en los planes de construcción, mientras el ministro del ramo, atornillado en su cargo por más de veinte años, ha priorizado levantar hoteles para el turismo extranjero, mientras barrios enteros se caen a pedazos en La Habana y en el interior del país. Y como siempre, el cuento de la culpa se lo reparten entre el embargo, el precio de los materiales y hasta la fábrica de cemento de Cienfuegos.
Lo peor es que no es la primera vez que el régimen “inventa” soluciones de este tipo. En Holguín y otras provincias ya han promovido viviendas con contenedores, módulos prefabricados o técnicas arcaicas “inspiradas” en la época colonial. Todo disfrazado de “proyecto sostenible”, cuando en realidad es un reconocimiento implícito de que no hay recursos ni voluntad política para desarrollar una política integral de vivienda.
En países como España, las casas de contenedores son una opción válida porque cumplen con normas de aislamiento, permisos de habitabilidad y garantías de calidad. Pero en Cuba la historia es distinta: con una inflación galopante, salarios de miseria y materiales escasos, hasta estas supuestas “soluciones económicas” se vuelven inalcanzables para el cubano de a pie.