Si hay algo que Flor de Cuba sabe hacer muy bien, es sorprender. Y esta vez se llevó todos los aplausos —y también las lágrimas— con un proyecto que combina empatía, creatividad y un mensaje potente. La influencer decidió ponerse en la piel de una persona sin hogar en Estados Unidos para lanzar su nueva academia para creadores de contenido… y el resultado fue impactante.
El video, que fue grabado debajo de un puente, muestra a Flor totalmente irreconocible: cabello enmarañado, labios partidos, ojeras profundas, ropa vieja y sucia. La transformación fue tan realista que muchos pensaron que realmente estaba viviendo en la calle. Todo, desde el maquillaje hasta el vestuario, fue creado por ella misma, demostrando que el talento y la dedicación no siempre necesitan un gran presupuesto.
Pero no se trató solo de actuar frente a una cámara. Flor dio un paso más: se acercó a personas que realmente viven en la calle, compartió con ellas, escuchó sus historias y, sobre todo, trató de entender esa dura realidad desde dentro. “Fui homeless por un día en Estados Unidos, vi cómo vivían, compartí con ellos, incluso algunos me contaron quiénes eran antes de llegar a la calle”, confesó en su publicación.
Para ella, este proyecto fue más que un experimento social. Lo describe como “una obra de arte, sin mucho presupuesto, pero con mucho amor y talento”. Y aunque fue una actuación, revivió recuerdos difíciles de su propia vida. Flor no ocultó que en el pasado también tuvo que vivir en la calle, y recordó el dolor de convivir con una persona adicta: “La adicción es el cáncer del cerebro y de tu salud mental”, afirmó con firmeza.
El video no solo buscaba sensibilizar a su audiencia, sino también inspirar. Con esta producción, Flor aprovechó para anunciar oficialmente el lanzamiento de su academia, un espacio en el que enseñará a otros a convertirse en creadores de contenido y a monetizar sus redes sociales desde casa.
En un mundo donde muchos solo muestran lo bonito de la vida en redes, Flor de Cuba apostó por lo crudo, lo real y lo que duele. Y en el proceso, nos dejó una lección de empatía, resiliencia y, sobre todo, de que siempre se puede salir adelante.