En Holguín, la realidad volvió a superar la ficción con un caso que retrata de cuerpo entero la descomposición moral y el caos institucional que se vive en Cuba. En pleno Hospital Vladimir Ilich Lenin, una mujer —sin bata oficial, sin estudios de enfermería y sin vínculo alguno con el sistema de salud— se las ingenió para montar un negocio tan insólito como indignante: alquilar camas de parto.
La protagonista de este episodio, identificada como Belkis Bauzá, se movía por el hospital como Pedro por su casa. Detectaba camas libres y las “vendía” a familias desesperadas por garantizar un espacio digno para recibir a su bebé. Así, en un país donde se presume que la salud es gratuita, quedó al descubierto un mercado negro que ya muchos sospechaban, pero que pocos se atrevían a denunciar.
Vecinos y usuarios no tardaron en confirmar lo que todo el mundo comenta en voz baja: “Aquí las camas hace rato se venden, y no solo las camas… también las cesáreas, las ligaduras y todo lo que se pueda negociar”.
La versión oficial, difundida por el perfil oficialista Cazador Cazado, intentó pintar la historia como un caso aislado, pero la gente no se lo creyó ni un minuto. Las preguntas brotaron como agua en manantial: ¿Cómo pudo esta mujer operar sin la complicidad de personal del propio hospital? ¿Quién le daba acceso a la información de partos y disponibilidad de camas?
Los comentarios en redes fueron tajantes: “Ahí hay más implicados, que no nos engañen”, “Ese negocio no se hace solo, hay un equipo detrás”, “Faltan rostros por mostrar”. Y es que, en Cuba, ya es costumbre que cuando algo huele mal, se exhibe al eslabón más débil mientras los peces gordos se esconden bajo la alfombra del poder.
A la indignación por el caso se suma la opacidad con la que se dio la noticia. Muchos lectores reclamaron detalles que nunca se ofrecieron. Otros directamente acusaron a la nota de ser una historia “mal contada” para no destapar la olla completa y dejar al descubierto las fallas de control y la corrupción de alto nivel dentro de las instituciones.
El trasfondo, lamentablemente, no sorprende a nadie. En la Cuba actual, pagar por un servicio médico que debería ser gratuito es casi norma. Si no tienes dinero o un “contacto” dentro del hospital, lo más probable es que te quedes sin cama, sin atención o incluso sin los medicamentos necesarios. Un holguinero lo resumió con amargura: “En el Lenin venden las camas desde hace años… nada nuevo bajo el sol”.
Aunque muchos justifican ciertas “inventivas” para poner comida en la mesa, la mayoría coincidió en que lucrar con la salud de embarazadas es un acto miserable e inhumano. Como dijo un internauta: “Puedes buscarte la vida de mil maneras, pero en un hospital, jugando con la salud de las madres y los bebés… eso no se perdona”.
La gente exige castigos severos, pero en el fondo todos saben que, mientras la corrupción siga campante y las instituciones del régimen se protejan entre sí, las Belkis seguirán apareciendo. El caso es solo la punta de un iceberg que el gobierno prefiere no mirar, porque al final, en el “paraíso socialista”, la salud ya no es un derecho… es un negocio.