En Cayo Ramona, municipio de Ciénaga de Zapata, Matanzas, una familia vive días de angustia tras la desaparición de Laureano Mesa Cepero, o como todos lo conocen por cariño, Ñoña. El hombre, de 91 años, salió de su casa el pasado domingo 3 de agosto, sobre las cuatro de la tarde, y desde entonces no ha vuelto.
Ñoña no es un anciano cualquiera: padece hipertensión, Alzheimer, diabetes y otras complicaciones propias de su edad. Siete días lleva sin su medicación, sin comida y probablemente desorientado, algo que pone en riesgo su vida cada hora que pasa.
La familia y los vecinos han lanzado una búsqueda intensa, moviendo cielo y tierra, y usando las redes sociales como principal herramienta. No hay canales oficiales que funcionen para este tipo de emergencias, así que, como siempre, el pueblo tiene que arreglárselas solo. En un país donde el régimen gasta recursos en vigilar y reprimir, pero no en proteger a sus ciudadanos más vulnerables, encontrar a un desaparecido se vuelve una misión casi imposible.
Los allegados han dejado claro que cualquier pista puede ser crucial. Piden a quien lo haya visto que llame de inmediato a los teléfonos 56470373 o 55066758, o que avise a las autoridades locales, si es que deciden hacer algo.
“Dios quiera que podamos encontrarlo, ya es demasiado tiempo”, escribió un familiar en Facebook, reflejando el desespero que se respira en el barrio.
No es un caso aislado. En los últimos meses se han multiplicado los reportes de personas mayores y pacientes con problemas mentales que desaparecen en Cuba. La falta de un sistema de respuesta rápida y de protocolos efectivos obliga a que sean los vecinos quienes se organicen y patrullen las calles para buscar a sus seres queridos.
Hace poco, gracias a la movilización comunitaria, otro anciano fue hallado con vida. Esa pequeña victoria es hoy la esperanza que sostiene a la familia de Ñoña en medio de tanta incertidumbre.
					





