Un viajero que llegó al Aeropuerto Intercontinental “George Bush” de Houston, procedente de Cuba, se llevó una sorpresa nada agradable: agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) le confiscaron un frasco con veneno de escorpión, una sustancia cuya entrada al país está fuertemente controlada.
El caso, divulgado el miércoles por la propia agencia en redes sociales y replicado por el Miami Herald, vino acompañado de una advertencia sin rodeos para quienes intenten entrar a EE. UU. con materiales biológicos no declarados: “Por favor, deje los remedios caseros en casa”.
El CBP recordó que cualquier producto de este tipo debe cumplir regulaciones internacionales, federales y estatales, estar correctamente documentado, embalado, etiquetado y, por supuesto, declarado. Saltarse estas reglas puede costar caro: retrasos, multas, procesos judiciales e incautaciones.
El director de operaciones de campo del CBP en Houston, Jud Murdock, explicó que el pasajero aseguró que el veneno era para “fines médicos”. El problema es que no presentó ni un solo papel que lo respaldara. Tras la revisión de especialistas agrícolas, la sustancia fue decomisada sin más vueltas.
En Cuba, el régimen lleva años promoviendo el uso del veneno del escorpión azul (Rhopalurus junceus) como “milagro” de la medicina alternativa, especialmente bajo la marca Vidatox, producida por la estatal Labiofam desde 2011. Lo venden como alivio para dolores e inflamaciones, y hasta como complemento en terapias contra el cáncer.
Pero fuera de la isla, la ciencia no se ha tragado el cuento. La comunidad médica internacional, respaldada por estudios y reportajes como uno de Reuters, sigue cuestionando cualquier efecto real de este producto sobre tumores.