Cuando Estados Unidos anunció que duplicaba la recompensa por Nicolás Maduro —pasando de 25 a 50 millones de dólares—, en La Habana se encendieron todas las alarmas y, claro, las declaraciones de indignación no tardaron en llegar. No se trataba de una noticia más: el objetivo era el viejo aliado del régimen cubano, acusado por Washington de narcotráfico y terrorismo.
El primero en reaccionar fue Miguel Díaz-Canel, que desde su cuenta en X acusó a EE.UU. de creerse “juez global” para justificar lo que llamó “medidas ilegales y unilaterales contra Venezuela y su legítimo presidente”. El mensaje, como es habitual, fue una defensa cerrada del chavismo y de la figura de Maduro, a quien La Habana no está dispuesta a dejar solo.
En la misma sintonía, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla calificó la medida como “fraudulenta” y la tildó de “nuevo acto de agresión” contra Venezuela. Según él, Washington “carece de autoridad legal y moral” para ofrecer semejante recompensa. Y por si quedaban dudas, otros altos cargos del régimen se sumaron al coro: el vicepresidente Roberto Morales Ojeda habló de “maniobra ilegítima” y la funcionaria de la Cancillería Johana Tablada lo calificó como un “acto cobarde” y muestra del “cinismo imperial”.
Del otro lado, la fiscal general estadounidense Pam Bondi fue clara: EE.UU. no se detendrá hasta ver a Maduro frente a la justicia. Lo acusó de liderar el Cartel de los Soles y de tener vínculos con las FARC y otras organizaciones criminales, responsables de enviar toneladas de cocaína a territorio estadounidense. Y por si fuera poco, recordó que su reelección en julio de 2024 fue considerada fraudulenta por varios gobiernos, que en su lugar reconocen al opositor Edmundo González como presidente legítimo.
La relación entre La Habana y Caracas no es nueva: desde la llegada del chavismo, Cuba ha sido su aliada más fiel, recibiendo petróleo y apoyo económico a cambio de respaldo político y asesoría en inteligencia y seguridad. Por eso no sorprende que el régimen cubano haya reaccionado con tanta fuerza ante esta medida.
Mientras tanto, el Departamento de Estado insiste en que Maduro “no escapará a la justicia” y que será responsable por “crímenes atroces”. La advertencia es clara: podrían venir nuevas sanciones y maniobras diplomáticas para aislarlo más en la escena internacional.
En resumen, la recompensa millonaria no solo busca poner presión sobre Maduro, sino que también aumenta la tensión entre Washington y La Habana, dos gobiernos que ya cargan con una larga lista de roces y sanciones. Y si algo queda claro, es que Cuba seguirá defendiendo a su aliado venezolano, sin importar el precio… aunque en este caso, el precio esté marcado en 50 millones de dólares.
