El galán cubano William Levy volvió a encender las pantallas, pero esta vez no fue por una novela, sino por su paso por El Gordo y La Flaca. Llegó para hablar de su nueva serie Camino a Arcadia, pero como era de esperar, el presentador Raúl de Molina no pudo resistirse a meter el dedo en la llaga: su separación de Elizabeth Gutiérrez, madre de sus hijos.
Desde el arranque, Levy dejó claro que no iba a entrar en chismes baratos. Cuando Raúl le preguntó si a los niños les había costado la ruptura, el actor contestó con seriedad: “Una separación es difícil para todo el mundo, pero ahora estamos en un punto de mucha paz, muy tranquilos”. Nada de dramas públicos, como buen cubano que sabe cuidar su casa.
El asunto se calentó cuando De Molina le soltó, sin anestesia, que era un mujeriego. Levy, con la misma elegancia con la que responde a las cámaras, se viró y le dijo: “No tanto como tú”, provocando risas y aplausos en el estudio. Acto seguido, aclaró que que le gusten las mujeres no significa que no sea fiel: “Si estoy con una mujer, estoy con ella. He tenido mis momentos soltero, sí, pero eso no me convierte en lo que dicen”.
Raúl insistió con la pregunta de “quién tuvo la culpa” en la ruptura, pero Levy no mordió el anzuelo: “Eso se lo puedes preguntar a Elizabeth. Los caballeros no tienen memoria”. Frase que, dicho sea de paso, le ganó otra ronda de aplausos.
En un momento, De Molina insinuó que la vida de artista, viajando y grabando, había dificultado la relación, mientras Elizabeth se quedaba en casa con los niños. Levy no dudó en responderle que él también ha estado largas temporadas cuidando a sus hijos, y que no lo ve como un sacrificio, sino como una bendición.
Para dejar todo claro, soltó la que quizás fue su frase más contundente: “Para mí, lo más importante en la vida es ser papá. Si algún día decido traer a una mujer a mi vida, será alguien que realmente valga la pena”. Y así, entre dardos, carcajadas y verdades dichas con guapería, Levy dejó claro que su prioridad no son los titulares sensacionalistas, sino su familia.
Porque en un mundo donde los medios —y en Cuba, ni hablar— viven de tergiversar y fabricar historias, Levy demostró que se puede tener fama, carácter y la lengua bien afilada para no dejarse pisotear.