La zafra azucarera cubana 2024-2025 se ha convertido en otra postal del desastre económico que el régimen intenta maquillar. El país apenas logró producir menos de 150 mil toneladas de azúcar, el nivel más bajo en más de un siglo, y ni la mitad de lo que se consiguió el año pasado. Todo, mientras el plan estatal hablaba de 265 mil toneladas, una cifra que quedó en el limbo junto con las promesas oficiales.
Lo que un día fue orgullo nacional hoy es un símbolo del abandono, la improvisación y la falta de recursos. Entre la escasez de caña, los apagones, la falta de combustible y las maquinarias en ruinas, la industria azucarera cubana ya no puede ni garantizar el consumo interno, que ronda las 600 a 700 mil toneladas al año. Para colmo, ahora hay que importar azúcar… en la isla que antes era uno de los mayores exportadores del mundo.
Pero como el show debe continuar, en agosto el gobierno organizó una jornada nacional de “trabajo voluntario y productivo” en los cañaverales, supuestamente para celebrar el natalicio 99 de Fidel Castro y los 65 años de la Federación de Mujeres Cubanas. Un acto simbólico que el oficialismo vende como compromiso con la agricultura, aunque en la práctica aporta más propaganda que resultados reales.
En Mayabeque, la televisión oficial mostró a dirigentes y brigadas femeninas limpiando caña en la cooperativa Amistad Cuba-Cambodia. Ni siquiera pudieron sembrar lo planificado por culpa de las lluvias, y apenas limpiaron 20 hectáreas de 40. Eso sí, los discursos siguen apuntando a metas casi fantasiosas: 10 mil hectáreas sembradas este año y un rendimiento de 40 toneladas por hectárea… pero no antes de 2027.
Mientras tanto, las cifras de la zafra pintan un panorama de colapso total. En Villa Clara, los ingenios Héctor Rodríguez y Quintín Bandera rindieron menos del 50% de lo previsto, con siembras pobres, falta de semilla y reparaciones inconclusas. En Granma, el central Enidio Díaz Machado cerró con apenas 5,277 toneladas, lejos de las casi 20 mil planificadas.
En Camagüey, el único ingenio activo, el Carlos Manuel de Céspedes, perdió el 87% del tiempo de molienda por roturas y carencias técnicas, produciendo solo 4,000 toneladas frente a un plan de 23,500. Guantánamo tampoco se salva: arrancó con más de 40 días de retraso y solo logró el 38% del plan. Y en Las Tunas, el Antonio Guiteras, el ingenio más grande del país, tuvo su peor campaña histórica, alcanzando apenas el 16% de lo proyectado.
Ciego de Ávila ni siquiera pudo poner en marcha el central Primero de Enero por una deuda eléctrica. Trabajadores denunciaron atrasos salariales y reubicaciones forzadas, sin que el gobierno ofrezca una solución.
Así, la “tierra del azúcar” se hunde en una crisis que comenzó con el cierre masivo de ingenios en 2002 y que hoy parece irreversible. El régimen sigue apelando al romanticismo del machete y el “trabajo voluntario”, pero la realidad es que la zafra cubana está en terapia intensiva, y el paciente no muestra signos de recuperación.