Un cubano que buscó refugio en Estados Unidos huyendo de la miseria y el control del régimen ahora enfrenta una nueva pesadilla: una multa de más de medio millón de dólares por no cumplir una orden de deportación del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
El caso, reportado por Las Américas y explicado por el abogado de inmigración Wilfredo Allen, revela una realidad cada vez más dura para muchos migrantes cubanos. José, un holguinero de 40 años que escapó por la ruta Nicaragua-Honduras-Guatemala, fue notificado el pasado 1 de febrero de 2024 que debía abandonar el país de forma voluntaria. No se presentó en el lugar ni en la fecha indicada… y el sistema no perdona: ahora le reclaman 534.928 dólares.
El golpe es doble, porque junto con la deuda sigue vigente su orden de deportación. Y todo esto, bajo una nueva política del Departamento de Seguridad Nacional que eliminó el aviso previo de 30 días para sancionar. Hoy, basta con que envíen la multa por correo ordinario y listo: el reloj empieza a correr contra el migrante.
Allen, que representa a José, asegura que el patrón se repite con otros cubanos y que ya tiene un cliente con una multa de 1.8 millones de dólares. “Estas sanciones no son un juego; ignorar una orden judicial puede salir muy caro”, advirtió.
José llegó a Tampa en marzo de 2022, buscando la libertad que su isla le negó. Se ganaba la vida como ayudante en instalación de pisos. Sin antecedentes penales, su único “delito” fue no entender cómo funciona la maquinaria legal de inmigración y no tener un abogado que lo guiara. Ese desconocimiento lo llevó a faltar a la audiencia en la corte de Orlando, lo que selló su suerte con una orden de deportación en ausencia.
Su esposa, María, lo dice sin rodeos: “Mi esposo no sabía qué hacer y nadie lo orientó”. El equipo de abogados intentó reabrir el caso, pero el 5 de agosto de 2024 la solicitud fue rechazada bajo la administración de Joe Biden. Desde entonces, José está en la lista para deportación expedita, un proceso que avanza sin mucho margen de defensa.
La historia deja claro que para muchos cubanos, escapar del régimen de La Habana no significa llegar a puerto seguro. La falta de información y asesoría legal convierte el “sueño americano” en otra batalla desigual, donde el desconocimiento puede costar tanto como la represión que dejaron atrás.
Este caso también muestra una ironía amarga: mientras el régimen cubano condena a su gente a huir por hambre y falta de libertad, en el exilio se enfrentan a un sistema que, sin la guía adecuada, puede ser tan implacable como el que los expulsó.