Un pasajero cubano terminó metido en tremendo lío en el Aeropuerto Internacional de Miami, cuando agentes de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA) descubrieron que llevaba 64 balas de punta hueca escondidas en un envase de Nesquik sabor fresa. Y no, no era un invento de película: las municiones estaban cuidadosamente guardadas dentro de un guante de goma azul, enterradas en el polvo rosado del popular batido infantil.
El truco se vino abajo porque el frasco pesaba más de la cuenta, lo que encendió las alarmas y llevó a una inspección más detallada. Allí se activó el protocolo de explosivos y la “dulce sorpresa” resultó ser de todo menos inocente. La TSA, con su típico humor ácido, no perdió la oportunidad de lanzar una pulla en redes: en lugar de nostalgia en polvo, encontraron un guante relleno de municiones en un envase “de sabor frutal ficticio”.
Según testigos citados por Martí Noticias, el hombre vestía todo de rojo, tenía pasaporte cubano y green card, y estaba a punto de abordar un vuelo chárter hacia la isla. Y aunque llevar munición en el equipaje facturado es legal en Estados Unidos si se declara y embala como manda la ley, esconderla en comida es una violación grave de las normas de seguridad aérea.
Por ahora, las autoridades no han revelado la identidad del pasajero ni el destino final del vuelo. Sin embargo, todo apunta a que las balas tenían como objetivo llegar a Cuba, donde el régimen mantiene un férreo control sobre el armamento, mientras los ciudadanos de a pie no tienen ni para comprarse un pomo de aceite.
El caso trae a la memoria otro episodio reciente en el Aeropuerto Intercontinental George Bush de Houston, donde la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) decomisó a un viajero procedente de Cuba una botella con veneno de escorpión. El hombre alegó que era para uso médico, pero como no traía la documentación necesaria, le incautaron el frasco y le advirtieron que “los remedios caseros, mejor dejarlos en casa”.
Este tipo de incidentes no solo pone en evidencia la creatividad desesperada de algunos viajeros, sino también cómo el régimen cubano ha convertido al país en un terreno donde lo prohibido se trafica hasta en polvo de batido. Porque cuando un pueblo vive bajo décadas de control y miseria, la inventiva para burlar la represión se mezcla con el riesgo, y a veces, con la ilegalidad.