En Cuba, pedir ayuda para una operación se ha vuelto casi tan común como pedir un vaso de agua… y no porque la gente quiera hacerlo, sino porque el sistema de salud ya no da abasto. La historia de Jonathan Rivero Castillo, un niño de Holguín con una fractura de clavícula, lo demuestra de la forma más triste: sin recursos médicos, su operación ha sido negada y su recuperación parece depender más de la suerte que de la medicina.
Un yeso por dos años… ¿esa es la solución?
Jonathan vive en un barrio humilde y, tras una caída, terminó con la clavícula rota. Lo remitieron al hospital pediátrico provincial, pero allí solo le pusieron un yeso, como quien dice “aguanta así y ya”. Según cuenta él mismo en un video enviado a Univisión Noticias, los médicos le dijeron que tendría que pasar dos años con el yeso. “No me quisieron operar… yo quiero curarme lo antes posible”, dijo con la frustración y la inocencia que solo un niño puede mostrar.
Una herida más en el sistema de salud cubano
Este no es un caso aislado. La escasez de insumos, la falta de personal especializado y el deterioro de las instalaciones han convertido la atención médica en un camino lleno de obstáculos. Cirugías que antes se programaban en cuestión de días ahora se postergan por meses o años, dejando a pacientes de todas las edades en una espera que muchas veces empeora su condición.
El drama de Yamisledis: cáncer sin tratamiento
En la misma provincia, otra historia igual de dura conmueve a quienes la escuchan. Yamisledis, una joven de Buenaventura, municipio Calixto García, fue diagnosticada con cáncer de mama. Necesita cirugía y quimioterapia, pero el hospital le pide que compre por su cuenta los insumos… en un país donde esos materiales solo se consiguen a precios imposibles en el mercado negro. Vive en extrema pobreza junto a su madre y teme que, cuando logre reunir lo necesario, ya sea demasiado tarde.
Cuando la salud depende del bolsillo
Las historias de Jonathan y Yamisledis muestran una verdad incómoda: en Cuba, la salud —que alguna vez se vendió como “gratuita y universal”— hoy depende de cuánto dinero tengas y de si puedes conseguir lo que el hospital no tiene. Los más pobres quedan atrapados en una lista de espera sin fin, donde la promesa de atención médica se desvanece junto con su esperanza.