En pleno corazón de La Habana, el Memorial José Martí volvió a servir como vitrina propagandística del régimen. Este domingo, el lugar fue escenario de la inauguración de la exposición fotográfica “Toda la gloria del mundo”, obra de Alex Castro Soto del Valle, uno de los hijos del dictador Fidel Castro.
La muestra, integrada por 50 fotos, se vende como un “homenaje” al 99 cumpleaños de Fidel, pero en realidad es otra pieza del engranaje oficial para mantener vivo el culto a la personalidad del tirano. Una estrategia ya gastada, pero que el gobierno exprime una y otra vez usando efemérides y actos culturales para barnizar su historia oficial.
Alex Castro, que se presenta como fotógrafo, dice que con estas imágenes busca mostrar “el lado humano” de su padre. Pero esa “humanidad” que él retrata no es la que vivió el pueblo cubano bajo hambre, represión y miedo, sino la versión pulida y controlada que el poder quiere proyectar.
Hijo de Fidel y de Dalia Soto del Valle, Alex nació en 1963, se formó en Moscú como técnico en la industria electroquímica y, desde finales de los 90, trabaja para la prensa oficialista. Su lente ha estado dedicada casi en exclusiva a construir la imagen mítica de su progenitor.
El acto contó con discursos predecibles. Elier Ramírez Cañedo, subdirector del Centro Fidel Castro Ruz, no se guardó las frases de manual y describió las fotos como “un retrato íntimo del líder que forjó el destino de Cuba”. En otras palabras, más de lo mismo: adulación y cero autocrítica.
La exposición estará abierta hasta octubre y sirve como punto de partida para una nueva temporada de propaganda masiva, que el régimen desplegará de cara al centenario del dictador en 2026. Ya en redes sociales comenzaron a circular mensajes monótonos, sacados de viejos discursos y fotos recicladas —algunas con Díaz-Canel al lado—, en un intento desesperado por mantener vivo un mito que cada vez convence a menos gente.
La reacción popular no se hizo esperar. Muchos cubanos ven en este despliegue una burla en tiempos de apagones, escasez y crisis económica brutal. Mientras el país se hunde, los recursos estatales se destinan a lavar la imagen de quien dejó como herencia un modelo fracasado y un aparato represivo que sigue sofocando cualquier voz disidente.
El mensaje es claro: para la élite gobernante, la imagen de Fidel es más importante que el bienestar del pueblo. Y por eso no escatiman en espectáculos propagandísticos, aunque la realidad en la calle grite otra cosa.