El economista Joel Ernesto Marill, que trabaja como especialista en Políticas Económicas en el Ministerio de Economía y Planificación, salió en defensa del régimen para intentar echarle tierra a la bomba informativa que soltó el Miami Herald. El diario estadounidense reveló que el conglomerado militar GAESA controla nada menos que 18 mil millones de dólares en activos corrientes, y claro… eso no le gustó nada a la cúpula.
En un post kilométrico en Facebook, Marill dijo que no sabía si el Herald había visto estados financieros reales. Pero acto seguido se lanzó con un discurso lleno de tecnicismos y suposiciones para sembrar dudas y restarle credibilidad a la investigación.
Según él, las cifras “tienen pinta de estar manipuladas” porque —según su lógica torcida— no encajan con las cuentas nacionales, porque si GAESA tuviera tanta plata no habría problemas operativos, y porque en Cuba los balances en dólares se calculan con el cambio oficial en pesos.
Pero aquí está la trampa: en su primer “argumento” comparó ingresos de GAESA con el PIB y las exportaciones del país como si fueran la misma cosa, olvidando (o fingiendo olvidar) que GAESA no vive solo de exportar, sino que exprime sectores internos dolarizados: turismo, remesas, tiendas en MLC, telecomunicaciones… ingresos que no aparecen en las estadísticas oficiales.
En el segundo punto, soltó que “si tuvieran tanta liquidez, mejorarían la oferta turística y abastecerían las tiendas”. Eso suena bonito, pero es ingenuo… o muy conveniente. La realidad es que un conglomerado militar y opaco como GAESA invierte donde le da la gana, y muchas veces prefiere acumular reservas para fines políticos y estratégicos antes que mejorar la vida de la gente.
Su tercer argumento fue un truco contable: que si se usan las normas cubanas, esos 18 mil millones serían en realidad unos 750 millones. Lo que omitió decir es que el Herald publicó las cifras tal y como aparecen en los documentos filtrados, en dólares reales, y que el maquillaje contable interno no borra la magnitud del botín.
Lo más irónico es que Marill no mostró ni una sola prueba para desmentir los papeles filtrados. Todo fue una cadena de suposiciones, mezclada con una defensa implícita de la opacidad total que impide a los cubanos ver con claridad cómo se mueve el dinero en su propio país.
Para rematar, intentó encasillar la denuncia como parte de una “leyenda negra” contra la “izquierda cubana”, usando el gastado libreto de la “campaña contrarrevolucionaria” para desviar el debate de lo económico a lo ideológico. Una jugada clásica: atacar al mensajero para no hablar del mensaje.
Hay que recordar que Marill no habla como un economista libre, sino como un funcionario subordinado que sabe perfectamente cuál es la línea roja: GAESA no se toca. Ni una palabra sobre auditorías, ni sobre rendición de cuentas, ni sobre el hecho de que este conglomerado militar maneja sectores estratégicos como si fueran su finca privada.
Y no está solo. Su postura encaja perfectamente en la táctica del régimen de mandar a “peones” —técnicos, asesores, directivos de segunda línea— a ocupar el espacio público y desviar la conversación. De esa forma, Díaz-Canel, Marrero, Bruno Rodríguez y los generales de verdad se mantienen en silencio, evitando dar explicaciones que no podrían sostener sin destapar la corrupción que los rodea.
Mientras tanto, la cúpula sigue blindando a GAESA como si fuera el corazón mismo del poder, y la ciudadanía… bien gracias, sin acceso a información, sin derecho a preguntar y con un país cada vez más hundido en la miseria. Como dijo el economista Pedro Monreal, lo más grave no es solo el tamaño del dinero que acumula GAESA, sino que el pueblo cubano está completamente excluido de saber la verdad.