En Camagüey, Santiago de Cuba y Mayabeque, las carreteras se han convertido en una ruleta rusa para choferes y peatones. El viejo problema de animales sueltos en las vías sigue causando accidentes, y aunque el régimen se jacta de sus “operativos de control”, la realidad demuestra que el peligro está lejos de desaparecer.
Según las propias cifras del Ministerio de la Agricultura (Minag), en lo que va de año han recaudado más de 2,2 millones de pesos en multas a causa de este fenómeno. Hasta junio, se hicieron casi dos mil recorridos por carreteras y unas cuantas inspecciones en las líneas del tren, detectando apenas 106 animales sueltos y decomisando 278 cabezas de ganado. La cuenta no cuadra: demasiadas vueltas para tan pocos resultados.
Las autoridades celebran haber impuesto más de 200 multas y cientos de actas de advertencia, pero para los productores esto no es más que otro palo en la rueda. En medio de la crisis económica, donde conseguir un rollo de alambre o un poste es casi un milagro, estas sanciones se sienten como un castigo adicional.
En occidente, provincias como Pinar del Río, Artemisa y Matanzas muestran pocos casos, pero Mayabeque enfrenta un problema grave con la presencia de búfalos cerca de las carreteras, una combinación peligrosa que puede acabar en tragedia de un momento a otro.
El régimen insiste en exigir a los ganaderos que mejoren cercas y controlen a sus animales, pero los campesinos replican que sin materiales, sin apoyo y con el campo abandonado, es imposible garantizar seguridad en las zonas rurales. El gobierno prefiere seguir multando antes que invertir en soluciones reales.
El hecho es que los animales en las vías no son una novedad en Cuba, y la persistencia del problema demuestra que la estrategia punitiva del régimen no resuelve nada. Sin un plan serio de prevención y mantenimiento de las rutas, los accidentes seguirán ocurriendo y las carreteras seguirán siendo un riesgo mortal para cualquiera que las transite.