El que fuera uno de los rostros más fieles al aparato de propaganda del régimen, Rafael Pérez Insua, exdirector de Cubavisión, ahora vive tranquilamente en Miami y, como si nada, busca ampararse bajo la Ley de Ajuste Cubano. Sí, el mismo que durante años defendió la censura y el control férreo de la información, hoy hace cola en una oficina del Doral para gestionar beneficios migratorios pensados para quienes huyen de la persecución que él mismo ayudó a sostener.
Pérez Insua no llegó en balsa ni escapando por la selva; en 2024 entró a Estados Unidos usando la aplicación CBP One, después de cruzar la frontera sur. Su aparición en tierras estadounidenses ha desatado un justificado malestar en el exilio, que no olvida su historial de complicidad con el Partido Comunista de Cuba.
Durante su reinado en Cubavisión, Cubavisión Internacional y Canal Habana, el hombre fue un peón obediente del castrismo, aplaudiendo la represión y silenciando a cualquiera que se saliera del guion oficial. Entre sus “hazañas” está la censura al popular humorista Andy Vázquez, expulsado de Vivir del Cuento por una simple sátira sobre el mercado de Cuatro Caminos.
Fuentes del propio Instituto Cubano de Radio y Televisión —ahora rebautizado como Instituto de Información y Comunicación Social— confirmaron que Pérez Insua llevaba desde finales de 2023 “en plan pijama”, o sea, cobrando sin trabajar. En octubre de ese año salió de Cuba rumbo a México, montándose en la ola del éxodo masivo que vive la isla.
El periodista Mario J. Pentón intentó entrevistarlo, pero el exfuncionario colgó el teléfono al reconocer su voz. “Entró como cualquier migrante, pero ahora esquiva cámaras, no da declaraciones y quiere pasar inadvertido”, explicó Pentón.
Aunque primero se instaló en Texas, poco después se mudó al sur de la Florida. En redes circula que él y su esposa podrían estar tanteando el terreno en medios digitales y radiales de Estados Unidos, quizás intentando reciclar su imagen para colarse en el mercado mediático norteamericano.
Este caso no es aislado. Cada vez son más los exfuncionarios que, tras años de servirle al castrismo, aterrizan en Estados Unidos buscando la libertad que le negaron a su propio pueblo, sin rendir cuentas por su pasado ni ofrecer disculpas. Una ironía tan grande que ni el mejor guionista de Vivir del Cuento se atrevería a escribirla.
