La Habana volvió a quedar bajo agua este martes, como si la ciudad entera hubiera caído en una mala repetición de la noche anterior. Un video que circula en redes muestra la Vía Blanca totalmente inundada, con una hilera de carros avanzando a duras penas bajo un aguacero que no da tregua. Todo esto apenas 24 horas después de que otro chaparrón dejara calles convertidas en ríos y un rastro de daños por la capital.
Las imágenes, difundidas incluso por el periodista oficialista Lázaro Manuel Alonso, dejan ver la casi nula visibilidad y el peligro constante para choferes y pasajeros que intentan moverse por una de las arterias más transitadas de La Habana.
Pero más allá de la fuerza de la lluvia, los propios cubanos en redes sociales apuntaron a un problema que el régimen nunca quiere reconocer: la basura acumulada y el pésimo sistema de drenaje. Porque en una ciudad donde los desechos se amontonan durante semanas y las alcantarillas están obstruidas, cualquier nube negra se convierte en desastre. “¿La basura acumulada habrá influido en la magnitud de las inundaciones? Ya estamos en temporada ciclónica… gobernar es prever”, comentó con ironía un usuario.
Este nuevo diluvio llegó apenas un día después de que un sistema de tormentas golpeara con fuerza el occidente del país, dejando ómnibus atrapados, casas anegadas y zonas como Vento-Lacret, Avenida del Puerto y la misma Vía Blanca sumidas en el caos. Vecinos denunciaron que algunos choferes de guaguas y vehículos todoterreno se lanzaron a cruzar el agua, poniendo en riesgo sus vidas y las de los pasajeros.
Mientras en el occidente la gente lidia con inundaciones y peligros eléctricos, en el oriente cubano otros denuncian sequía. Una postal que muestra, sin filtros, las desigualdades y el abandono que sufre la Isla entera. El problema no es solo la lluvia o el sol: es vivir en un país donde el régimen ha dejado la infraestructura hecha trizas y donde, al final, cada aguacero se convierte en una tragedia anunciada.