La inseguridad en Cuba ya no se limita a robos pequeños o peleas de barrio. Ahora, incluso los cocheros —sí, esos que trabajan duro transportando personas o mercancías— están en la mira de los delincuentes. En Santiago de Cuba, dos jóvenes vivieron una noche de terror cuando fueron asaltados y despojados de su coche de caballo… y del propio animal.
El suceso ocurrió en el Distrito José Martí, según denunció el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada. El escenario: la rotonda del distrito, un sitio que estaba completamente a oscuras, aunque —ironías de la vida— ese día “de rareza” había electricidad en la zona. Fue en ese punto donde los agresores sorprendieron a sus víctimas.
Las víctimas eran un adolescente de unos 15 años y otro joven algo mayor. Los atacantes no dudaron en golpearlos antes de huir con todo: el coche y el caballo. El escape de los ladrones fue hacia la zona que conecta con Micro 7.
A pesar de la violencia, los muchachos lograron salir con vida y rescatar al menos una mochila con el dinero recaudado durante el día. Pero el vehículo y el animal desaparecieron sin dejar rastro.
La noticia, publicada en Facebook, provocó una oleada de comentarios indignados. Una anciana, con evidente pesar, dijo lo que muchos temen: “Seguramente ese pobre animal ya esté vendido en carne”. Otros se enfocaron en la gravedad de la inseguridad. Un ayudante de cocina comparó la situación con la violencia de El Salvador antes de que Nayib Bukele llegara al poder y preguntó cuántas víctimas más deben sufrir antes de que algo cambie.
Una universitaria alertó que el futuro pinta oscuro: “Se acerca el momento en que nadie podrá salir a la calle ni de día ni de noche, porque los dueños de la calle serán los delincuentes que andan sueltos y que son intocables”.
Desde Miami, una emigrada celebró que los chicos salieran ilesos, pero fue tajante: probablemente el coche ya esté pintado y revendido, y el robo podría traer ajustes de cuentas. Otros usuarios apuntaron contra la inacción de las autoridades, que parecen acostumbradas a que “un millón de cosas pasen como si fueran normales”.
Y es que, como resumió una vecina, “cada día la delincuencia aumenta más. Los bandidos no quieren trabajar y viven del sudor de los demás”. Lo triste es que este no es un caso aislado, sino un reflejo del clima de inseguridad que crece sin freno en muchas ciudades cubanas.