La Habana sigue con el alma en vilo tras la muerte de un bebé y una cadena de derrumbes que han dejado heridos y familias destrozadas, pero eso no impidió que Miguel Díaz-Canel se paseara este jueves por el Centro Histórico como si todo estuviera en orden. Lo acompañaban los jefes del Partido Comunista, en lo que bautizaron como una “visita de trabajo”, aunque para muchos cubanos aquello fue más bien un show político sin vergüenza alguna.
El medio oficialista Tribuna de La Habana contó que el recorrido incluyó instituciones recreativas y obras en marcha, como el rediseño de la Tribuna Antimperialista y la restauración del Palacio de Pioneros “Ernesto Che Guevara”, un proyecto que Fidel Castro inauguró en 1979 y que hoy usan como escaparate para vender la idea de “recuperación”.
La cuenta oficial de la Presidencia se apresuró a difundir que Díaz-Canel “conoció de fuertes inversiones” en viviendas y que “sigue vivo el sueño de Fidel y Eusebio para La Habana Vieja”, a pesar del “momento económico complejo” que sufre el país. Palabras bonitas, pero totalmente desconectadas de lo que pasa en las calles.
Porque la verdad es otra: mientras el mandatario posa para las cámaras, en los barrios humildes la gente llora, entierra a sus muertos y vive con miedo de que el techo les caiga encima.
Hace apenas unos días, un bebé de cinco meses perdió la vida en El Cerro cuando un muro cedió por las lluvias y el agua entró como una furia a su casa. Su madre, en medio del caos, intentó salvarlo, pero la corriente le arrancó al niño de los brazos. Lo encontraron con signos vitales, pero no resistió. Ese mismo día cumplía cinco meses.
“¿Quién paga por esta muerte?”, cuestionó la activista Lara Crofs. Y es que la desidia y el abandono del régimen siguen cobrando vidas inocentes, sin que nadie asuma responsabilidades.
En Regla, otra tragedia: una niña quedó atrapada bajo escombros cuando se desplomó su vivienda. La madre, con heridas graves, sigue esperando ayuda. Las autoridades solo les ofrecieron locales inhabitables, sin electricidad ni condiciones para vivir.
En Centro Habana, un derrumbe dejó encerrados a un anciano y a su hijo de 10 años. No podían salir ni para buscar comida. La “solución” que les dieron fue que ellos mismos tumbaran las paredes en peligro de caer. Una orden que roza la crueldad.
Y en medio de todo esto, Díaz-Canel tuvo el descaro de decir que “se ha detenido el deterioro”, refiriéndose a la restauración del Palacio de Pioneros. Eso sí, ni una sola palabra sobre las víctimas recientes o la realidad de miles de habaneros que viven en ruinas.
También pidió que la Tribuna Antimperialista se convierta en una “plaza frecuente de denuncia contra el bloqueo” y habló de estimular a los trabajadores que la reconstruyen. Mientras tanto, la gobernadora Yanet Hernández prometió que el lugar servirá para actividades culturales y actos políticos.
Pero lo que muestran las imágenes en redes es una ciudad herida por décadas de abandono y negligencia. Cada temporada de lluvias trae nuevas muertes, y el régimen prefiere levantar tribunas propagandísticas antes que reconstruir hogares seguros.
El pueblo sigue preguntándose lo mismo: ¿cuándo dejarán de maquillar ruinas mientras el país entero se viene abajo?