El Aeropuerto Internacional José Martí volvió a dar de qué hablar, y no precisamente por su eficiencia. Un video publicado en TikTok dejó al descubierto el peculiar ambiente que se respira dentro de la Terminal 3, donde el reguetón suena a todo volumen y las cafeterías parecen más bares improvisados que puntos de servicio para viajeros.
En las imágenes, grabadas por un usuario que no pudo contener la sorpresa, se ven comercios y zonas de espera con un aire festivo que nada tiene que ver con la seriedad que se espera en un aeropuerto internacional. La reacción en redes no se hizo esperar: “¿Y eso es un aeropuerto? Qué vergüenza” o “la chusmería pura y dura, el mal gusto consume a Cuba”, fueron solo algunas de las críticas que inundaron los comentarios.
La Terminal 3, inaugurada en 1998 y considerada por el propio régimen como la “joya” del complejo aeroportuario, cuenta con 30 mil metros cuadrados, capacidad para manejar hasta 1 500 pasajeros por hora, decenas de mostradores de inmigración, salones VIP, tiendas y restaurantes. Pero, como bien saben los cubanos, las cifras bonitas del panfleto oficial no siempre coinciden con la realidad.
El ambiente captado en el video —música alta, tono de fiesta y comercios que parecen sacados de una discoteca— ha encendido las alarmas sobre el nivel de descontrol, improvisación y falta de profesionalidad que impera en uno de los puntos de entrada más importantes al país. Porque si así reciben a los pasajeros internacionales, imagínese cómo estará el resto de la infraestructura nacional.
Hasta el momento, las autoridades del aeropuerto guardan silencio, sin aclarar si esta “fiesta” formaba parte de alguna actividad promocional o si simplemente es otro ejemplo de la desidia que caracteriza la gestión de espacios públicos en Cuba. No hay pronunciamientos sobre normativas de música, límites de volumen o protocolos de servicio.
En teoría, la Terminal 3 ha recibido en los últimos años “modernizaciones” que incluyen salones VIP, casas de cambio, farmacias, áreas para personas con movilidad reducida, zonas infantiles, duty free y wifi… de pago, claro, como casi todo en la isla. Sin embargo, la imagen que dejó el video no es la de un aeropuerto moderno, sino la de un país donde el desgobierno y el mal gusto se han vuelto la norma.
Este episodio no es solo una anécdota curiosa para redes sociales: es otro recordatorio de cómo el régimen cubano ha convertido hasta los espacios más estratégicos en escenarios de improvisación y decadencia. Y, como siempre, la fiesta la pagan los cubanos… y los pasajeros que se atreven a aterrizar en La Habana.