La Unidad Básica de Empaquetamiento El Tigre, ubicada en La Lisa, se ha convertido en escenario de escándalo tras salir a la luz una denuncia que pone en evidencia la podredumbre del sistema estatal. Un ciudadano, temeroso de represalias, destapó la olla y reveló cómo se manipulan alimentos en condiciones insalubres bajo la dirección de Yuliett Curbelo Lugo, una jefa acusada de abusar de su poder como si el centro fuera su finca particular.
Según el testimonio, compartido por el periodista Mario J. Pentón, en ese local la masa de croquetas termina tirada en el piso y se reciclan productos ya dañados por los apagones, mezclándolos con masa nueva para disimular el mal olor. El resultado: comida envenenada que acaba en la mesa de los más pobres.
Una directora que manda como cacique
La directora no solo tolera esta barbaridad, sino que también humilla a los trabajadores con frases vulgares como “aquí se hace lo que me salga del bo…” o “al que no le guste, que pida la baja”. Mientras tanto, ella y su esposo, que también cobra del mismo lugar, disfrutan de un menú “especial” de mejor calidad, mientras al resto de los empleados les tiran un almuerzo en condiciones deplorables.
Los denunciantes aseguran que el abuso de autoridad va acompañado de privilegios personales: beneficios, lujos y total impunidad para actuar a su antojo. Y como en Cuba la gente trabaja por necesidad, los empleados siguen ahí, tragando en silencio porque el salario apenas alcanza para sobrevivir.
Croquetas para los pobres, privilegios para los jefes
Lo más preocupante es que estos productos —croquetas y hamburguesas— van a parar sobre todo a las mesas de familias humildes, con niños incluidos. Y no se trata de un caso aislado: decenas de comentarios en redes sociales reflejan la indignación de los cubanos y confirman que la insalubridad es un problema generalizado en la red estatal de alimentos.
La internauta Leisy Valdés señaló que, si las denuncias fueran tomadas en serio, los responsables se verían obligados a mejorar al menos un poco, pero como se saben intocables, hacen lo que les da la gana. Otra usuaria, Silvia Quinta, fue más tajante: “esas croquetas no están ni para dárselas a un perro”.
Otros cubanos describen escenas de moscas, cucarachas, ratones, aguas sucias y falta total de higiene en la producción estatal. Una comentarista lo resumió con crudeza: “todo conspira para reducir la población cubana”.
Doble moral y abandono del pueblo
Las denuncias también señalan la doble moral de las autoridades sanitarias: mientras persiguen y multan sin piedad a los negocios privados por cualquier falta mínima, cierran los ojos ante la suciedad en los centros estatales. La frase de moda, “si no te gusta, pide la baja”, se ha convertido en la consigna oficial de los jefes corruptos.
Muchos cubanos, como Elizabeth Blanco o Deysi Cobiella, aseguran que han decidido no volver a comprar nada procesado por el Estado, aunque eso signifique sobrevivir solo con plátano hervido o calabaza. Porque, al final, lo que vende el Gobierno es “bagazo” disfrazado de comida, mientras los directivos solo piensan en llenarse los bolsillos.
Un país donde hasta el pan huele a cucarachas
El propio director de producción de la Empresa de Alimentos en Matanzas, Daniel Yon Aguiar, reconoció hace poco que la población estaba molesta porque el pan salía con olor a cucarachas. Y mientras el pueblo pasa hambre, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, se dedica a vender humo hablando de “innovaciones gastronómicas” como croquetas de plátano y un “caldo base”, como si eso fuera un logro.
La realidad es que la dieta en Cuba se ha vuelto monótona, sin nutrientes y cargada de ultraprocesados como picadillo y salchichas. La organización Food Monitor Program lo confirmó recientemente: millones de familias comen mal, cocinan en condiciones pésimas y una de cada cuatro personas se acuesta sin cenar.
