El jueves, en pleno corazón de Centro Habana, la tragedia volvió a golpear a una ciudad que se cae a pedazos. Un derrumbe parcial en la esquina de San Rafael y Galiano, uno de los puntos más transitados de la capital, dejó como saldo la muerte de un trabajador del Café Boulevard y varias personas atrapadas bajo los escombros.
Según confirmó el medio independiente 14yMedio, parte del techo del edificio cedió de forma repentina, sepultando a quienes se encontraban dentro del café, ubicado en la planta baja. Los bomberos lograron rescatar a varios, pero un joven de poco más de 30 años no tuvo la misma suerte. Testigos lo describieron como custodio o constructor que realizaba reparaciones en el local.
La planta alta del inmueble, utilizada como cuartería, llevaba años en estado crítico. Filtraciones, humedad y grietas eran parte del día a día, pero la respuesta de las autoridades fue siempre la misma: pintar la fachada y aparentar que todo estaba “bonito” para los turistas, mientras la estructura por dentro se pudría lentamente.
Las lluvias recientes fueron la gota que colmó el vaso. La humedad acumulada terminó debilitando lo que quedaba de la vieja construcción, hasta provocar el desplome del techo superior, que arrastró también el del primer piso y terminó cayendo sobre la cafetería.
Este derrumbe no es un caso aislado. Hace apenas unos días, en el Cerro, un bebé de solo cinco meses murió cuando una pared de su casa colapsó en medio de un aguacero. Al día siguiente, dos personas de ese mismo municipio terminaron en el hospital por otro desplome. Son muertes que se repiten cada temporada de lluvias, porque en Cuba la vivienda digna dejó de ser prioridad para el régimen hace décadas.
Las imágenes del siniestro, difundidas en redes por perfiles como los de Yusnaby Pérez y Raymer Brown, muestran la magnitud de la desgracia: paredes abiertas, techos desplomados y brigadas de rescate trabajando mientras decenas de curiosos observaban cómo sacaban el cuerpo del fallecido.
Vecinos aseguran que el edificio llevaba años declarado inhabitable, pero nunca fue desalojado ni reparado de manera real. En vez de invertir en viviendas seguras, el gobierno sigue gastando millones en hoteles de lujo que el pueblo no puede pagar, mientras miles de familias sobreviven en ruinas a punto de caerles encima.
Lo ocurrido en San Rafael y Galiano es otro recordatorio doloroso de que, en la Cuba de hoy, la muerte por derrumbe ya no es una excepción, sino una consecuencia directa del abandono y la negligencia oficial.