Después de meses de espera y promesas incumplidas, hoy finalmente comenzó la venta de gas licuado (GLP) en Santiago de Cuba, según anunció CUPET en sus redes sociales. La medida, presentada como un “avance” por la estatal Unión de Empresas de Base, apenas resuelve una parte del enorme déficit que ha dejado a miles de familias cocinando con leña o carbón.
Las autoridades dicen que en los próximos días el servicio se “irá extendiendo” de manera gradual a otras provincias, pero primero quieren cubrir la alta demanda en el oriente del país. Esto incluye a Las Tunas, Holguín y Granma, regiones donde el gas se ha vuelto más escaso que la honestidad del régimen.
En Villa Clara, por ejemplo, el inicio de la venta dependerá de que llegue suficiente inventario, algo que —según los voceros oficiales— se informará “a su debido tiempo” en la prensa estatal. O sea, lo de siempre: esperar indefinidamente mientras la gente resuelve como pueda.
En Santiago, el plan de abastecimiento suena muy organizado en el papel: 6,500 cilindros diarios de 10 kg, divididos en dos tandas, 4,000 por la mañana y 2,500 en la tarde. La distribución se hará con 13 camiones “especializados” y se reforzará la recogida de cilindros vacíos, con un promedio de 30 puntos de venta por día. En teoría, cada punto recibirá unos 164 cilindros y se entregará estrictamente según el orden de la cola… hasta que se acabe el inventario, claro.
También se liberarán entre 80 y 120 turnos diarios a través de la aplicación Ticket, y solo cuando estos se agoten se podrán pedir por Transfermóvil. Y, como es costumbre en la Cuba del control absoluto, MININT y las “autoridades locales” estarán metidos en el proceso para “mantener el orden”, algo que en la práctica significa más vigilancia que eficiencia.
La UEB asegura que informará cada movimiento por Telegram y la prensa oficial, pero lo cierto es que este anuncio no tapa el hecho de que el desabastecimiento de gas en Cuba es consecuencia directa de una pésima gestión estatal, donde las prioridades están en hoteles de lujo y proyectos propagandísticos, no en garantizar que el pueblo pueda cocinar una comida digna.